Mandamiento 29

No adorar un ídolo de acuerdo a la forma

en que se acostumbra adorarlo
(ni adorarlo en ninguna forma).

“No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen”. (Éxodo 20:5.RVR1960).

Explicación del mandamiento.

A esta prohibición se le identifica con un término en hebreo muy conocido, “Avodah Zarah” (servicio a los ídolos). Lo que implica este concepto es la idea de no hacer otro servicio a nadie más, a ningún otro ídolo. ¿Y por qué no podemos hacerlo? Porque somos un pueblo comprado por precio y, por lo tanto, existe una deuda de nuestra parte. La esencia del primer mandamiento es la siguiente: “Yo soy el Señor tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto”, lo que en palabras más simples se expresaría así: “tú me perteneces a mi, eras un esclavo y ahora tienes un dueño que soy yo El Eterno”, por ende, ninguno de nosotros podemos servir a otros dioses.

Un pecado gravísimo.

La idolatría es comparada con el adulterio y la fornicación, por lo que representa un pecado gravísimo. El Eterno utiliza este paralelismo con dichos pecados para ayudarnos a entender la gravedad de la idolatría. Es importante resaltar que Avodá Zará también se refiere al hecho que nuestro corazón se incline a servir algo que no sea el único Dios verdadero.

En general, existen cuatro formas de culto:
Arrodillarse.
Sacrificios.
Ofrendas.
Libación (derramamiento de vino o aceite sobre el sacrificio).

Las cuatro anteriores acciones eran las cuatro formas que Dios le entregó a su pueblo para servirle a él. No obstante, en este precepto se enfatiza el hecho de que no sirvamos ni adoremos ídolos de ninguna manera, lo que incluye “ni los honrarás”, es decir, no rendiremos tributo, honra, ni nada que se le compare. Esto siempre estuvo prohibido para el pueblo de Israel, aún antes de la entrega de la Torá.
“Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú. Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos”. (Génesis 35:1-2. RVR1960).

Con lo anterior podemos ver que inclusive antes de escuchar el mandamiento en Sinaí, ya estaba en el corazón de Israel el rechazo a la idolatría. El mejor ejemplo de ello fue Abraham, quien fue el primero en hacer guerra y levantarse en contra de los dioses ajenos, de la idolatría, de acuerdo con la tradición judía. Se dice que el padre de Abraham era constructor de ídolos, los fabricaba y los vendía, pues era su negocio, a lo que él se dedicaba.

Abraham

Y para comprender aún más claramente la influencia de la idolatría en el lugar donde vivía Abraham, es importante mencionar que toda la ciudad estaba plagada de esos dioses. Abraham reflexionó y meditó en esta situación, lo que le permitió llegar a la conclusión de que no existían tales dioses, sino un solo Dios. La historia también nos dice que en un momento de celo, de fervor hacia El Eterno, Abraham tomó un palo y empezó a destruir todas esas figuras cuando su padre no se encontraba en el negocio, excepto a uno de ellos, el cual era el más pequeño, colocando el palo sobre ese ídolo. Cuando su padre regresó, se aterrorizó al ver que todo su negocio estaba quebrado, y preguntó a Abraham- ¿qué pasó, acaso entraron los maleantes? Y Abraham respondió- “Lo que sucedió fue que todos los ídolos se empezaron a destruir entre ellos”. El padre le dijo- “eso no puede ser cierto, si nosotros mismos los fabricamos, no puede ser verdad lo que tú me dices”. A lo que Abraham respondió- “si esto no es cierto, y no pueden hacer tal cosa, ¿cómo puedes depositar tu fe en ellos? Pero para que veas que es cierto lo que digo, mira al pequeño, se quedó con el palo.”

Guerra contra la idolatría.

¿Qué sucede cuando declaras la guerra en contra de la idolatría? ¿Qué le sucedió a Abraham? Según el Talmud (libro que contiene la tradición oral, el código civil y religioso del pueblo judío), fue una persona que fue perseguida por su fe y echado a un horno de fuego del cual fue rescatado por El Eterno, y eso trajo como resultado una fe firme y fuerte, así como el que su sobrino Lot decidiera seguirlo. Por lo tanto, cuando nosotros le declaramos la guerra a la idolatría, debemos prepararnos, pues es muy probable que enfrentemos la oposición y amenaza del mundo.

Hoy en día esto parecería un concepto arcaico, porque en general ya nadie posee figuras de ídolos, aunque es conocido que en el catolicismo conservan la tradición de representar a sus santos mediante figuras y estatuillas. Sin embargo, esta religión afirma que dichas figuras no son objeto de adoración ni veneración. Y aunque aparentemente mucha otra gente no tiene ídolos ni imágenes, sabemos que la idolatría no solo consiste en eso, sino en la infidelidad al Eterno, y en que nuestro corazón se incline a algo que no sea Él. Esto puede ocurrir en todas las generaciones, aunque el nombre de los dioses pueda cambiar.

Renovación de votos.

En Éxodo 34, El Eterno le dice a Moshé que prepare las segundas tablas, simbolizando una renovación del pacto, ya que Israel había caído en el pecado del becerro de oro, ante lo cual Moisés intercedió, obteniendo la siguiente respuesta por parte del Eterno: “Te voy a dar una segunda oportunidad; aunque me engañaron, fueron infieles, pero vamos a renovar nuestros votos, nuestro pacto, prepara unas tablas.”
“Y Yehová dijo a Moisés: Alísate dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste”. (Éxodo 34:1. RVR, 1960).“Guarda lo que yo te mando hoy; he aquí que yo echo de delante de tu presencia al amorreo, al cananeo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo. Guárdate de hacer alianza con los moradores de la tierra donde has de entrar, para que no sean tropezadero en medio de ti. Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera. Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Yehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es.

Por tanto, no harás alianza con los moradores de aquella tierra; porque fornicarán en pos de sus dioses, y ofrecerán sacrificios a sus dioses, y te invitarán, y comerás de sus sacrificios; o tomando de sus hijas para tus hijos, y fornicando sus hijas en pos de sus dioses, harán fornicar también a tus hijos en pos de los dioses de ellas. No te harás dioses de fundición. La fiesta de los panes sin levadura guardarás; siete días comerás pan sin levadura, según te he mandado, en el tiempo señalado del mes de Abib; porque en el mes de Abib saliste de Egipto”. (Éxodo 34:11-18. RVR1960).

Aquí el Eterno les advirtió de la influencia de la sociedad a la que ellos iban a entrar. No podrían cambiar el mundo, ni a todos sus vecinos, pero lo que no debían permitirse era el que en sus casas y territorio hubiera algún tipo de imagen, de idolatría de cualquier otro dios. ¿Por qué? Porque el Eterno es Su Señor Fuerte y Celoso. El Eterno percibe la adoración a otro dios como una infidelidad.

Fornicación y dioses.

El Eterno les dice que tengan cuidado porque te van a tratar de influir estos pueblos para que tú también adores estos dioses y te hagas dioses de fundición. Aquí las palabras que más se repiten son: fornicación y dioses. Curiosamente, después de esta advertencia, en el verso 18 dice de la fiesta de panes sin levadura, porque en eso consiste esa festividad. Una vez que saliste de Egipto y diste ese primer paso para tomar un pacto con el Eterno, te tienes que despojar de toda la levadura.

El espíritu del mandamiento:

La aplicación práctica de este mandamiento y de la festividad de panes sin levadura no se reduce a solo sacar la levadura física, de harina y pan, y todo lo que es Jamétz (levadura), sino más bien revisar, como se dice en Éxodo 34, que no existan dioses en tu corazón y en tu hogar, esa es la esencia del mandamiento. Es por ello que El Eterno les comunicó este mandamiento dentro de ese contexto y en ese momento en particular. Después de advertirles de la idolatría y de los dioses falsos, venía la fiesta de panes sin levadura donde debían sacar todos esos dioses, porque las consecuencias serían sumamente trágicas.

Israel se dejó influenciar por todos sus vecinos y todos esos pueblos, y como ejemplo claro de ello es el caso de uno de los reyes más conocidos, el famoso rey Salomón, quien siendo el hombre más sabio sobre la faz de la tierra, dejó que su corazón se inclinara ante otros dioses, al punto que él mismo era el patrocinador de los templos y de los dioses de todas las esposas que tenía.

Queda claro que la advertencia es muy fuerte, ya que, como se afirma en el mandamiento, dicha idolatría repercutiría hasta la tercera y cuarta generación de aquellos que le aborrecen, de quienes no se arrepienten. No obstante, si alguno de los hijos en algún momento reflexiona y hace Teshuvá (arrepentimiento), y dice en su corazón: “No voy a seguir los caminos de mi padre”, el Eterno termina con esa línea de maldición. Pero si el hijo se empeña en seguir los caminos de los padres sobre la idolatría, seguirán experimentando las consecuencias una y otra vez.

Tales consecuencias trágicas ya fueron experimentadas por el pueblo de Israel, por lo que nosotros mismos podemos vivirlas en carne propia, porque el Eterno no hace acepción de personas. Y es un pecado de tal gravedad, que se considera que el atributo del Eterno de ser Celoso aplica particularmente en cuestión de idolatría, porque esta es vista como fornicación.

El amor del Eterno fuerte, duro y celoso.

En el libro de Cantares se muestra lo peligroso que es el pecado de idolatría, y el por qué no debemos “coquetear” con otros dioses, no podemos engañar al Eterno si estamos en pacto con él. Cantares es precisamente un cántico de amor, pero al mismo tiempo es la manifestación de una relación de pareja un tanto conflictiva en la que primero el amado va y busca a su doncella, su esposa, y ella le responde: “No puedo abrirte la puerta porque ya me lave los pies”, ante esta respuesta, el amado se va, e inmediatamente ella comienza a buscar a su amado, cambiando de parecer, pues es ahora que surge en ella el deseo de verlo, desencadenando toda una serie de situaciones y problemas que se van narrando a lo largo del libro de Cantares.
“Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; Porque fuerte es como la muerte el amor; Duros como el Seol los celos; Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama”. (Cantares 8:6. RVR1960).

¿Quién podría resistir a la muerte?

Definitivamente, nadie puede escapar de ella, y es precisamente con esa fuerza que se describe al amor, y duro como el Seol (el lugar de destino de los muertos) a los celos. Por lo cual podemos entender que el celo del Eterno, el amor que El Eterno tiene para con nosotros es así, como un fuego que nos marca y nos transforma. ¿Cómo es que el fuego nos marca? Si colocamos nuestro brazo sobre el fuego, sin duda alguna vamos a salir heridos, quemados, con una marca imborrable. Por tanto, el pecado de idolatría, que consiste en dejar al Eterno a un lado y confiar en algo mas, es similar a quemarse con fuego sobre el brazo, algo que jamás podrá olvidarse.

Asimismo, El Eterno, a través del perdón, al igual que sucede con los animalitos que son marcados para poder determinar a quién pertenecen, El Eterno pone sobre nosotros su marca para que no olvidemos a quién pertenecemos, y para que también quienes nos vean reconozcan que somos de alguien más, y por ende, no tienen autorización para dañarnos. De la misma forma que una marca es “tatuada” sobre el cuerpo de un animal, con fuerza y firmeza, asimismo es el amor del Eterno, fuerte, duro y celoso. Con todo esto podemos entender por qué El Eterno no permite la idolatría, aunado a las consecuencias desastrosas que este pecado acarrea a nuestras vidas.

Conclusión:

Para concluir veamos un llamado que el apóstol Pablo hizo, mientras se encontraba en Atenas, Grecia, donde podemos identificar muchas similitudes con nuestra sociedad.
“Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros.

Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos”. (Hechos 17:22-31. RVR1960)

Aunque el anterior es un llamado que Pablo proclamó para la su generación, este sin duda alguna sigue vigente. El Eterno ha pasado por alto el tiempo en que vivimos en idolatría, pero hoy es momento de arrepentirse y volver al único Eterno verdadero. Al Eterno le enfada mucho la idolatría porque esta refleja falta de fe. No solo es engaño, sino también adulterio, fornicación y como ya mencionamos, falta de fe.

¿Por qué falta de fe? Porque no fuimos capaces de confiar en el primer mandamiento: Creer en el Eterno. Se considera que el primer mandamiento positivo es tener fe en el Eterno. Entonces cuando confiamos en algo más es evidencia que ya no creemos en Él como debemos creer. Es como si dijéramos: “Sí, creo en ti, pero me parece que ya no eres suficiente. Me parece que no puedes con esto, entonces, confío en otra cosa”. Básicamente, le estamos diciendo que no creemos que es “El que todo lo puede”.

Es así que este mandamiento nos dice: “No inclines tu corazón, no adores ningún ídolo, no confíes en nadie mas que no sea el Eterno. No solo por causa de celos, sino también por causa de vanidad”.

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