Mandamiento 34

No matarás

“No cometerás asesinato”. (Éxodo 20:13. DHH).

Explicación del mandamiento.
Este capítulo de Éxodo es también conocido por ser la porción donde encontramos los diez mandamientos, y en específico, el mandamiento que estudiaremos hoy corresponde al número seis, o también llamado la sexta declaración. Este mandamiento simple y sencillamente dice: “No matarás”. Es el versículo más corto del Tanaj (Antiguo Testamento). Parece simple, sencillo y muy corto, pero tristemente es de los mandatos que más se transgreden y se han trasgredido a lo largo de la historia. Desde el libro de Génesis, en los orígenes de todas las cosas, encontramos el primer asesinato en la vida de Caín y Abel, hijos de Adán y Eva, cuando Caín arrastrado por los celos, la ira, y el enojo, lleva a cabo este acto tan lamentable. En hebreo la palabra que aquí se utiliza y fue traducida como matar es la palabra Ratsach (asesinar), no obstante, “no asesinarás” sería la traducción más fiel; y esto abarca a todos los géneros, razas, religiones, colores, sexos, etc. Es importante mencionar lo anterior, porque podríamos preguntarnos: ¿Cómo es posible que el Eterno haya dicho no mataras, y más adelante, en el capítulo 21 de Éxodo, habla acerca de ciertas sentencias que hay que llevar a cabo y que conllevan pena capital? Pero como ya vimos, en el hebreo la palabra matar, implica, más bien, asesinar; y cuando el Eterno dicta sentencia, en el caso de pena capital, es diferente.

 

La importancia de este mandamiento.
Este mandamiento es de suma importancia, ya que la vida es considerada como algo sagrado. Se dice que: “El mundo fue creado por causa de un alma, por causa de una vida, y destruir una vida es como destruir el universo”. El Eterno hizo todas las cosas por la vida de Adán, él creó todo el universo por ti y por mí, y si solo tú fueses el único que creyese o que tuviese la fe y la esperanza de Yeshua, de nuestro Mesías, aún solamente por ti él hubiese venido a este mundo. De ahí la importancia de la vida, es sagrada, la vida es insustituible, es impagable, y el costo de la transgresión de este mandamiento es la vida misma.

“El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre”. (Génesis 9:6. RVR1960).

“Y no tomaréis precio por la vida del homicida, porque está condenado a muerte; indefectiblemente morirá”. (Números 35:31. RVR1960).

“Así mismo el hombre que hiere de muerte a cualquiera persona, que sufra la muerte. El que hiere a algún animal ha de restituirlo, animal por animal. Y el que causare lesión en su prójimo, según hizo, así le sea hecho: rotura por rotura, ojo por ojo, diente por diente; según la lesión que haya hecho a otro, tal se hará a él. El que hiere algún animal ha de restituirlo; más el que hiere de muerte a un hombre, que muera. Un mismo estatuto tendréis para el extranjero, como para el natural; porque yo soy Jehová vuestro Dios”. (Levítico 24:17-22. RVR1960).

Por lo tanto, el culpable era ejecutado previo juicio por el tribunal o inclusive también podía llevarse a cabo por parte del rey. Si el asesinato era involuntario, entonces la persona debía exiliarse a ciudades de refugio hasta que muriera el sumo sacerdote (más adelante estudiaremos las ciudades de refugio que también son parte de los mandamientos). Lo anterior muestra que si alguien mataba a una persona de manera involuntaria no automáticamente era sujeto de muerte, lo que nos permite conocer el espíritu de la Torá, que habla de la intención del mandamiento. Este mandamiento incluye todo lo que pueda llevar directa o indirectamente a la muerte a un individuo; si por ejemplo decimos algo que puede evitar la muerte de otra persona, y nos quedamos callados, eso puede derivar en la muerte de alguien.

La raíz de esta transgresión es el odio, la envidia, y los celos.

 

El espíritu del mandamiento.
Yeshua lleva este mandamiento a otro nivel mostrándonos el espíritu del mandamiento.

“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”. (Mateo 5:21-24. RVR1960).

Este es el espíritu del mandamiento, el cual no consiste solamente en no hacer algo, el simple hecho de enojarnos contra nuestro hermano equivale a estarlo matando. Hay un dicho que expresa lo siguiente: “Hay miradas que matan”, con la sola mirada podemos matar a alguien. Otra arma que puede destruir (matar) a alguien son las palabras, las cuales pueden herir más que los mismos golpes. Yeshúa da la intención específica del mandamiento: ‘No matar’, ‘No asesinar’, es decir: “Ni siquiera te enojes con tu hermano”, porque un enojo puede quedarse en el corazón y puede empezar a crecer, derivar en odio, y ese odio nos puede llevar a matarlo. Este es un mandamiento que debemos reflexionar cuidadosa y detalladamente.

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