No permitir que un extranjero imponga trabajos forzados a un hebreo.

Levítico 25:32 “Como con el tomado a salario anualmente hará con él; no se enseñoreará en él con rigor delante de tus ojos”.

Y esto es precisamente en relación al subtítulo de “No permitir que un extranjero imponga trabajos forzados a un hebreo.”. Y para entrar en contexto, vamos a leer un poco más atrás, como ya es costumbre. A lo largo de estos mandamientos, hemos estado viendo el tema de la esclavitud. Ya consideramos varias situaciones y el mandamiento previo fue al revés, fue cuando un Hebreo podía contratar, comprar o adquirir un esclavo extranjero. Aquí la situación es a la inversa. Así que, leeremos desde Levítico 25:47-53

Si el forastero o el extranjero que está contigo se enriqueciere, y tu hermano que está junto a él empobreciere, y se vendiere al forastero o extranjero que está contigo, o a alguno de la familia del extranjero; 48 después que se hubiere vendido, podrá ser rescatado; uno de sus hermanos lo rescatará. (Levítico 25:47 RV60)

Aquí vamos a hacer una pausa para comentar esta parte, que es muy importante de lo que implica estos dos versículos. La situación desfavorable de algún Hebreo que tuviese que caer en la esclavitud, y en este caso, tener que venderse a un extranjero. ¿Qué es lo grave de esta situación? Que no le van a aplicar las reglas de la “Shemitah”, las reglas en las que en el año siete, o al séptimo año, podría salir, pase lo que pase.

Digamos que es un decreto de la misma Torá, para los esclavos Hebreos, pero siempre y cuando fuera un hermano Hebreo el que lo hubiese adquirido, aquí, por ser un extranjero, vamos a ver que no se iba a aplicar lo mismo. Por eso el verso 48 dice que un extranjero no se enseñoree con trabajos pesados, pero también tiene que ver con el deber de rescatarlo, y eso es lo que dice el verso 48: después que se hubiere vendido, podrá ser rescatado; uno de sus hermanos lo rescatará. Lo pone de una manera impositiva diciendo: sí es tu hermano el que se hundió, tienes que rescatarlo, tienes que hacer todo lo posible por redimirlo, y no dejarlo en esa situación hasta que llegara, vamos a ver qué año, vamos a seguir leyendo;

49 O su tío o el hijo de su tío lo rescatará, o un pariente cercano de su familia lo rescatará; o si sus medios alcanzaren, él mismo se rescatará. 50 Hará la cuenta con el que lo compró, desde el año que se vendió a él hasta el año del jubileo; es decir, hasta el año cincuenta…

El límite de esclavitud y las reglas de redención: Una mirada a la cultura Hebrea y el deber moral de ayudar a los necesitados.

Y ha de apreciarse el precio de su venta conforme al número de los años, y se contará el tiempo que estuvo con él conforme al tiempo de un criado asalariado. 51 Si aún fueren muchos años, conforme a ellos devolverá para su rescate, del dinero por el cual se vendió. 52 Y si quedare poco tiempo hasta el año del jubileo, entonces hará un cálculo con él, y devolverá su rescate conforme a sus años. 53 Como con el tomado a salario anualmente hará con él; no se enseñoreará en él con rigor delante de tus ojos. 54 Y si no se rescatare en esos años, en el año del jubileo saldrá, él y sus hijos con él. 55 Porque mis siervos son los hijos de Israel; son siervos míos, a los cuales saqué de la tierra de Egipto. Yo, Jehová, vuestro Dios.

Así que el límite de esclavitud para un Hebreo que se vendía a un extranjero era hasta el año del Jubileo. Se dice fácil, pero en realidad, imagínense qué tragedia, el tener a tu padre o a tu madre, o a alguno de tus propios hermanos, o tú mismo, en una esclavitud hasta que llegara el año cincuenta. Lo más probable es que no había mayor deseo, para cualquiera que cayera en esta situación, que la libertad. De igual manera, la Torá nos especifica ciertas reglas que son parte de este mandamiento, y uno de ellos nos habla del deber de un hermano o de un pariente de redimirlo sí estaba en sus posibilidades, y esto es algo que es parte de la cultura Hebrea, de la cultura Israelí.

Y esto se ve muy claro hasta el día de hoy con los Judíos, que si bien no estamos hablando en nuestros días de una esclavitud, sí estamos hablando de ayudar a un hermano que está en una situación desfavorable, que puede ser una deuda. Las deudas en muchos casos pueden ser una esclavitud. Los Judíos, al ver al hermano en necesidad, no solo abren su corazón, sino que también abren su cartera para apoyar a algún hermano que está en una situación desfavorable y sacarlo adelante. Son comunidades unidas porque justamente tienen esa carga y este deber moral, y no solo moral, sino este deber de la Torá, de redimirnos unos a otros.

Es triste a veces, en la iglesia, en el cristianismo, en la religión, es triste ver cuando una persona le pide ayuda a otra, le pide un préstamo, le pide una ofrenda y qué difícil es esta área a veces, es difícil que una persona quiera abrir su corazón para apoyar a otro. Y la palabra dice que donde está nuestro tesoro, también va a estar ahí nuestro corazón.

Así que si cerramos nuestro corazón en ayudar, en rescatar a un hermano, estamos transgrediendo este mandamiento, y Dios sin duda nos va a pedir cuenta de ello. Entonces, en la cultura Hebrea, se considera un deber sagrado el rescatar a un pariente, a un hermano de una situación de esclavitud, cuanto más en manos de un extranjero. Ahora, ¿cómo era que se calculaba? Vemos también aquí ciertas reglas para la redención; se calculaba de acuerdo a los años que faltaban, sí faltaban muchos años, de la misma paga que había recibido, iba a tomar ese mismo dinero para redimirse, y si faltaban pocos años, se hacía un cálculo como si fuera un jornalero.

El valioso ejemplo de José y Yeshua: Redención y libertad ante situaciones desfavorables.

Por decirlo así, algo equivalente al salario mínimo, o algún tipo de remuneración ya establecida en aquellos días para los siervos, y entonces esa era la deuda, que habría de recibir aquel que era el dueño de este Hebreo. Y en este caso también, nos hace pensar lo grave y duro que fue para José, el que sus propios hermanos lo vendieran.

Por eso no se ve en ningún momento, dentro del relato de Génesis, que José acuse a sus hermanos. José, delante de los Egipcios, delante de los extranjeros, en ningún momento se ve que José mencione este acontecimiento con relación a sus hermanos, ya que esta era una situación gravísima para cualquier cultura, el que tus propios hermanos o tu familia te hubiesen vendido como esclavo, era uno de los peores pecados en los que podían caer, a tal grado que los hermanos de José prefirieron decirle que había muerto, porque sí se hubiese enterado de que lo vendieron, sería la cosa más grave.

Incluso cuando Jacob muere, ellos tienen miedo de que José tome represalias, porque hacer esto, venderlo como un esclavo, era uno de los pecados más graves, era una de las tradiciones familiares más graves que podían haber. Y Dios dice que no seamos indiferentes frente al maltrato, ante el rigor con el que puedan estar viviendo, la situación de nuestros hermanos.

Y vemos un ejemplo hermoso, una vez más, en Yeshua, por supuesto. El cual al tomar un cuerpo, como dice la carta a los Romanos, semejante al nuestro, condicionado al mismo pecado al nacer de mujer, se convierte en un pariente cercano, adquiere una condición similar a la nuestra, y por lo tanto es capaz de redimirnos y lo hace. ¿De qué nos ha redimido? ¿A quién nos hemos vendido? Pues al enemigo, a un extranjero, porque nuestro verdadero dueño es el Señor, es el Eterno, y por eso Yeshua vino a manifestar, al inicio prácticamente de su ministerio, que Él vino a traer libertad a los cautivos, y esto lo podemos leer en el Evangelio de Lucas 4.

Lucas 4:16 Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: 18 El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; 19 A predicar el año agradable del Señor.

El Redentor y la Libertad en Yeshua: Una reflexión sobre la esclavitud del pecado y la redención a través del Mesías.

El anhelo más grande para todos los esclavos era alcanzar la libertad, pero nosotros no estábamos en esa situación, no estábamos en una situación en la que pudiéramos redimirnos, en la que pudiéramos ser capaces de ser liberados. Tendríamos que esperar hasta ese año, el año del Jubileo, y esto se cumplirá tal cual también, cuando el Mesías regrese, también sonará el shofar, y también habrá libertad en todos los sentidos, libertad de este cuerpo de pecado, de esta inclinación al mal.

Y podemos encontrar esta alegoría en las dos casas de Israel, Efraín fue y se vendió, se perdió, se asimiló, se gentilizó como el hijo pródigo, y su hermano no lo rescató, porque tampoco tenía la condición. Incluso, podemos ver en la historia, en el libro de los reyes, que Efraín perdió la tierra misma, se vendió y se perdió, perdió la tierra, algo semejante a la historia del libro de Oseas, y Judá, su hermano, tampoco pudo redimirlo, ya que posteriormente él también fue vendido. Así que, los dos siendo esclavos, los dos se vendieron, y tuvo que venir el redentor de Israel, para poderlos sacar de esta esclavitud.

Sí, el Eterno, por medio del Mesías, nos ha rescatado, nos ha liberado de este amo tirano, de este amo que se enseñoreaba de nosotros con rigor. ¿Qué significa? ¿Que no tenemos ya amo? ¿Que no tenemos dueño? Como dice el apóstol Pablo en la carta a los Romanos, y lo repite varias veces: ¡De ninguna manera! Dice que antes éramos siervos del pecado, antes éramos esclavos del pecado.

¿Pero ahora, de qué somos esclavos? Somos esclavos de la justicia. Y a eso somos llamados, a seguir viviendo y sirviendo a nuestro Señor Yeshua, y hemos sido rescatados, pero hemos sido también comprados, y por lo tanto no debemos ser deudores, ni a la carne, ni al enemigo, sino una vez más, el ser conscientes de que ahora somos esclavos del SEÑOR, y esto significa que tenemos un amo, que al mismo tiempo es nuestro Padre, y que es bondadoso, que es generoso, que es benigno, que es misericordioso, que es tardo para la ira. Así que vivamos con agrado esta esclavitud, esta esclavitud en AMOR, y oremos por todos aquellos que aún siguen cautivos de satanás y de sus propias concupiscencias.”

 

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