“Cuando alguien le dé dinero o valores a otro para que se los guarde, y los roban de la casa de la persona -si encuentran al ladrón, este pagará el doble; si no encuentran al ladrón, el dueño de la casa depondrá delante de ha’Elohim que él no le ha puesto la mano encima a la propiedad del otro”. VIN.

“Cuando alguno diere a su prójimo plata o alhajas a guardar, y fuere hurtado de la casa de aquel hombre, si el ladrón fuere hallado, pagará el doble. Si el ladrón no fuera hallado, entonces el dueño de la casa será presentado a los jueces, para que se vea si ha metido su mano en los bienes de su prójimo”. (ÉXODO 22:7. RVR1960 ).

Explicación del mandamiento.

Esto es lo que tiene que ver con el guardián a título gratuito. Se refiere a alguien que se queda en custodia de ciertos bienes de manera voluntaria. En ese tiempo no existían los seguros de propiedad como hoy, y dado en el supuesto caso de que fuesen robados y encontrarán al ladrón este tenía que pagar el doble. Es un principio que se sigue como cláusula para casi todos los casos de robo, la doble restitución, y en el caso de que no pudiera pagar, fuese insolvente, sería vendido para poder cancelar lo que debía por el robo. Aquí los ladrones tenían que pensarlo muy bien, porque en caso de que fuesen descubiertos pagarían el doble.

También existía un caso, el cual era muy común, en el que no encontraran a aquel que había robado las cosas y lo que hacían era presentar al guardián delante de los jueces, se hacía una indagatoria, ya que a partir de ese momento quedaba como sospechoso y delante del Eterno (en este caso representado por los jueces) Él hacía un juramento o declaración de que no había tomado nada; no era un robo ficticio donde quería quedarse con los bienes del prójimo. Esto no tendría porque darse cuando era una persona honorable, cuando una persona había construido un testimonio en base a su vida, a sus obras, entonces no tendría que llegarse a esta instancia. Cuando dice que el ladrón pagaría el doble, el pago no era para el guardián sino para el dueño. Y el dueño de la casa respondía como guardián, aunque no lo fuese en la práctica.

Podemos tener el caso de alguien que dio a guardar sus bienes y quizás la persona a quien se los encargó no viviera en esa propiedad, pues tal vez era una casa de descanso o de verano, o una propiedad arrendada, pero si se desaparecía algo, por ser él el dueño, tenía responsabilidad y debía que ser parte de la investigación, aunque no estuviese ahí, ni viviera en el lugar del robo, y aún que el ladrón no hubiese sido él sino un empleado suyo, él era al final el responsable. Y en otras versiones como la Israelita Nazarena dice: ante Elohim, que significa Jueces, Dios o incluso quiere decir dioses en otros contextos, y si no había testigos, la única manera de librarse de la sospecha era el juramento, siendo está ya una última instancia ya que no se tendría que llegar hasta esta situación si la persona contaba con un buen testimonio, lo que era suficiente para tener la certeza de su declaración o no dar lugar a dudas.

El poder de la palabra
Esto también nos lleva a pensar en el poder de la palabra. Si la única solución de librarse de la sospecha era a través del juramento, esto tendría que ser suficiente para aquel que perdió sus bienes y creerle a la persona. Es decir, poner al Eterno como testigo debería ser suficiente o más que suficiente, para librar el rencor del corazón, la sospecha o cualquier resentimiento que pudiere haber. Tristemente en nuestra sociedad esto no existe, sino que se “protegen” por medio de contratos o documentos que respalden bajo otra autoridad humana en caso de pérdida o de una investigación en la persona que está como guardián. En tiempos de la Biblia, en tiempos de Moshé, la palabra tenía un verdadero poder, tenía la fuerza suficiente como para declarar a una persona inocente. En caso de que estuviese mintiendo, el Eterno era testigo de que estaba dando falso testimonio y ya daría cuentas al juez terrenal o al Juez Celestial, y ahí no habría manera de librarse de esa justicia. Yeshua dijo: “Que tú si, sea si; que tú no, sea no; lo que es más de esto, de mal procede.”

Conclusión
Cuando nosotros estemos en medio de una controversia, la palabra respaldada por nuestro testimonio debería ser suficiente. Así que la parte práctica de esto hoy en día es que en ocasiones tendremos que recurrir a instancias humanas por la falta de credibilidad, y debería ser una tarea de todos los que creemos en la Palabra del Eterno el trabajar para poder respaldar nuestras palabras con nuestros hechos y no tener que recurrir a esto. Y, por otra parte, si hemos sido defraudados o hemos perdido algo y la otra persona nos da su palabra de que ella no lo hizo, que no lo tomó ni lo robó, también tenemos que confiar en el Eterno y dejarle a Él el juicio, que Él dictamine la sentencia y confiar finalmente en las palabras de las personas.

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