69. No insultar a los  jueces 

70. No maldecir a Hashem                                                                                                                                               

71. No insultar a un líder del pueblo                                                                                                                              

“No ofenderás a los jueces, ni maldecirás al príncipe de tu pueblo”. (Éxodo 22:28 RVR60)

Explicación del mandamiento:

Los 613 mandamientos conforman una lista, la cual es una extracción que se hizo hace mucho tiempo, por algún rabino, los cuales se deducen de pasajes de la Biblia, de ciertos versículos; en este caso, de un versículo, los sabios extrajeron estos tres mandamientos: No insultar a los jueces, no maldecir a Hashem, no insultar a un líder del pueblo, mandamientos que se encuentran dentro de la Parashá (porción bíblica) llamada Mishpatim (leyes relacionadas con la justicia, el orden y el cómo se debe regir una sociedad, en este caso, el pueblo de Israel). 

Este es el contexto de todo el capítulo, de toda la Parashá, leyes de justicia y de orden, en las que se busca la equidad, y cómo convivir mejor. Los mandamientos del Eterno no se viven en un contexto individual, sino realmente en uno de comunidad de un pueblo y de una nación; y en este caso los versículos anteriores de este capítulo nos hablan acerca de disputas que pudieran generarse entre dos miembros o más del pueblo, sobre préstamos sin devolución, encargos que fueron robados, animales que se traspasaron al campo del vecino, fuegos extendidos que quemaron propiedades, etc., en pocas palabras controversias que podían suscitarse dentro de una comunidad. 

 “En toda clase de fraude, sobre buey, sobre asno, sobre oveja, sobre vestido, sobre toda cosa perdida, cuando alguno dijere: Esto es mío, la causa de ambos vendrá delante de los jueces; y el que los jueces condenaren, pagará el doble a su prójimo.” (Éxodo 22:9 RVR60) 

En el hebreo, el verso 9 implica toda clase de mal proceder; si una de las partes considerase que el otro estaba procediendo mal, era necesario poner un juez, o en este caso a los ancianos de la comunidad que actuaban como árbitros de la situación, ya que en muchas ocasiones es complicado ponerse de acuerdo, y eso iba a suscitar, sin duda alguna, aún más controversia, lo que a su vez generaría inconformidad siempre en uno de los casos. Si tenemos una disputa con alguien y vamos a un juez, el juez deberá decidir por alguno de los dos, dejando a una de las partes en un estado de inconformidad y a la otra parte satisfecha. Así que, siempre vendría la tentación de maldecir, de insultar, de quejarnos del juez o de la persona que estuviese poniendo el Eterno para definir quien tiene o no la razón. 

Esto es algo en lo que todos hemos caído. ¿Quién no ha juzgado alguna vez a un juez o a alguna autoridad? Sucede hasta en los juegos de mesa; empieza la disputa por los turnos hasta que llega el padre, la madre o alguna persona y pone orden y al final terminan enojados por un juego. Así sucede en los deportes como el futbol o cualquier otro, el árbitro decide una cosa y la mitad del estadio comienza a abuchear. Un juez siempre iba a tener que cargar con ese peso, con esa responsabilidad, con esa parte tan controversial y difícil que es tomar decisiones, y debía hacerlo, aunque con alguien quedara mal, pues el temor del Eterno debe estar en primer lugar. 

La prueba grande:

Tal vez hemos sido testigos de casos en los que la decisión del juez nos ha parecido injusta, y quizás tengamos razón, lo cual podría haberse dado en nuestro trabajo, por ejemplo, fuimos víctimas de alguna injusticia y nos hicieron algún mal, ante lo cual la reacción natural es insultar: ¡Este tipo sucio, es un tramposo, es un maldito!, esa es nuestra tendencia, la obra de la carne, pero debemos entender que el Eterno va a juzgar a todos los jueces. El buen juez, por su casa, empieza, y los primeros juzgados seremos aquellos a los que el Eterno nos haya dado una responsabilidad. No podemos evadir la responsabilidad como padres de hacer justicia en casa, equivocados o no, porque no tomar ese papel, también es equivocarse. 

El Eterno va a juzgar a los jueces y no nos corresponde a nosotros hacerlo, ni insultarlos, ni mucho menos maldecirlos. La única persona en toda la historia, totalmente inocente en un juicio y que aun así fue acusado injustamente, fue Yeshúa. La única persona en toda la historia de la humanidad que podríamos decir que no se le hizo justicia, fue Yeshua; pero si algún día nos ocurre alguna injusticia en la vida, nos ayudaría el pensar que tal vez pudo haber sido por algo que hicimos, algo que mereció se nos fuera devuelto, lo cual contribuirá a bajar el nivel de nuestro juicio. 

Hay un dicho que dice: “Hasta que no estás en los zapatos de otro, no sabes lo complicado que es”. Es muy fácil juzgar a una persona que está en autoridad o que tiene poder de decisión, y más si sentimos que se equivoca, porque no estamos en su lugar. Decimos de nuestros jefes cosas como: “Qué mala decisión tomó”, o “¿por qué nos hizo? esto?”, pero nosotros no estamos viendo todo lo que él sí ve a su alrededor, por algo el Eterno permitió que estuviese en esa posición más alta, lo que le permite un campo de visión mucho más amplio. 

La Crítica:

Cuando criticamos a los líderes, al Eterno, a los jueces o a los ancianos, sea de nuestra Kehilá (congregación) u otra congregación, o a las personas en eminencia dentro de la política, quienes también son jueces que el Eterno ha puesto, e inclusive a las autoridades que regulan dentro de los encuentros deportivos o lúdicos, realmente nos estamos haciendo daño a nosotros mismos. 

Nos estamos envenenando porque en la mayoría de los casos uno no puede cambiar la decisión. Si el senado o la cámara de diputados aprueba tal o cual iniciativa o ley, aunque nos volquemos en insultos en las redes sociales, ya nada cambiará. Entonces, cuando criticamos a alguien, lo único que estamos haciendo es exhibirnos a nosotros mismos, estamos reflejando lo que hay en nuestro corazón. Con esto no me refiero al hecho de que al tomarse una mala decisión digamos: ¡Hay que bueno! No, lo mejor es quedarse callado; Yeshua calló, no dijo, está mal o está bien, simplemente calló. 

Las Ofensas:

La ofensa se puede dar de muchas maneras; puede ser directamente, o a través de redes sociales, lo cual en la actualidad es legal. Ejemplo de ello lo tenemos en los anuncios políticos, donde se comienzan a insultar o a sembrar cizaña sobre lo que un juez está tratando de hacer, y no somos nadie para juzgarlos. 

Si logramos guardar nuestras palabras, seguramente estaremos guardando nuestro corazón, lo cual no es fácil, pues muchas veces nos sentimos ofendidos, pero tenemos que aprender a callar, respirar profundamente y dejar en manos del Eterno el asunto, es ahí donde demostramos que confiamos en Él. Esto es un asunto muy amplio, porque se traslada a todo tipo de relaciones, de hijos a padres, de esposa a esposo, de ovejas a pastor, de todos hacia el Eterno. Es algo en lo que todos debemos estar sujetos y mantenernos en el nivel que el Eterno nos haya puesto. 

¿Qué nos dice el Bri Hadasha (Nuevo Pacto)?

“Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen el bien. Porque esta es la voluntad de Dios: que, haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos. Como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios.” (1ª de Pedro 2:13-16 RVR60)

Libertad de expresión

La libertad de expresión es algo que hoy día es fuertemente defendido. Decimos: “tengo derecho a expresarme, este es mi espacio, soy dueño de mi cuenta, de mi correo electrónico, así que nadie me lo puede negar”; y las Escrituras nos recuerdan la libertad, pero no como pretexto para hacer lo malo, al contrario, como siervos del Eterno, respecto a lo cual dice: 

“Honrad a todos, amad a los hermanos, temed al Eterno y honrad al rey” (1 Pedro 2:17 RVR60).

 Cuando Pedro está hablando de esto, en el contexto no solo se refiere al Rey de Reyes, sino también, y en este caso particular, al césar, a las autoridades; y cuando habla de autoridades, él se refiere a las mismas que le dieron latigazos y lo intimidaron y lo persiguieron, y aun así, Pedro ya siendo anciano dice: “Honren a todos, amen a los hermanos y teman al Eterno”, porque es falta de temor cuando hablamos mal de las autoridades. Entonces cuando criticamos a alguien en autoridad como un anciano o juez, estamos actuando igual que los no creyentes, pero si callamos ellos verán que somos diferentes. 

“Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar. Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante del Eterno, sufre molestias padeciendo injustamente. Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportaís, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque también el Mesías padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas. el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca. quien cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente;  quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.” (1ª de Pedro 2:18-24 RVR60)

Si tenemos un buen jefe, es muy fácil sobrellevarlo, pero si es un jefe injusto, también debemos sujetarnos a él.  

“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y a los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. (Romanos 13:1-7 RVR60)

Cuando el Apóstol Pablo escribe esto, Nerón fungía como el emperador en ese momento, posiblemente el peor de todos los cesares. Pablo y Pedro también vivieron bajo el gobierno de Nerón, y ellos mismos escriben: “Sométanse, sujétense a ellos”. La conciencia, como dice el versículo 5, es la que nos debe llevar a sujetarnos a las autoridades, a nuestros pastores, a nuestros padres, a nuestros maestros, a nuestros jefes, o a la empresa que representamos.                           

“Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.” (Romanos 13:6-7 RVR60)

Conclusión 

Veamos otro ejemplo que en este caso corresponde al ejemplo del Apóstol Pablo. 

“Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy. El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a los que estaban junto a él, que le golpeasen en la boca.Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley me mandas golpear? Los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios injurias? Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de tu pueblo.” (Hechos 23:1-5 RVR60)

No creo que Pablo estuviera mintiendo cuando dijo: “No sabía que era el sumo sacerdote”, pues recordemos que él padecía una enfermedad en los ojos que le impedía ver correctamente. Aquí vemos también que cita la Torá no para justificarse, sino para respaldarse y darse cuenta de que se había equivocado, y que, por ende, debía sujetarse. Entonces podemos ser testigos del ejemplo de Pablo, alguien que sin duda sufrió la injusticia, pero que fue capaz de refrenarse y arrepentirse. 

Esto, por supuesto, también aplica para el Eterno, pues cuando dice no faltaras a los jueces, esta palabra es el vocablo hebreo Elohim que también se traduce como Dios. Hoy en día la gente maldice al Eterno por la injusticia que ve en la vida y que llevan a cabo los jueces, pero el Eterno dice: “No reniegues.” Otro ejemplo lo tenemos en la vida de Job, quien vivió, desde el punto de vista humano, muchas injusticias y sufrimiento. Al estar viviendo una calamidad tras otra, su esposa le dijo: “Maldice a tu Dios y muérete”. Pero Job dijo: “no, El Eterno dio, el Eterno quitó y no voy a maldecir a mi Dios”.

 Esto lo que demuestra es a alguien que se retiene de insultar, y maldecir, lo que habla de temor al Eterno. No siempre vamos a estar contentos con las decisiones que tomen los jueces, pero después nos daremos cuenta de que tenían razón en muchas cosas, y hasta que no estemos en su lugar y vivamos ciertas cosas, hasta que no maduramos y conocemos más del Eterno podremos decir: ¡Qué equivocado estaba! Y aunque veamos cosas injustas, sabemos que el Eterno es nuestro juez y él nos compensará. Nuestra parte es: “No insultar a los jueces, no maldecir al Eterno y no insultar a un líder del pueblo.”

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