280. Prohibición de ingerir terumá (que incluye los bikurim–primeros frutos–) a quien no es Cohen.

281. Prohibición para el Cohen incircunciso de ingerir terumá (las partes de las cosechas destinadas a los sacerdotes) Esta prohibición se aplica para todas las ofrendas.

Ningún extraño comerá cosa sagrada; el huésped del sacerdote, y el jornalero, no comerán cosa sagrada. Mas cuando el sacerdote comprare algún esclavo por dinero, éste podrá comer de ella, así como también el nacido en su casa podrá comer de su alimento. (Lev 22:10-11 RVR60).

Explicación del mandamiento:

La traducción del hebreo nos dice “Ningún extraño podrá comer de lo sagrado, el residente de un cohen y el empleado no podrán comer de lo sagrado, si un Cohen adquiere a una persona, una adquisición de su dinero, ella podrá comer de él y el nacido en su casa, ellos podrán comer de su alimento”. Hay cuestiones sagradas de las cuales ciertas personas podrán comer y otras no. Tanto la Reina Valera como la hebrea nos dice que la cuestión sagrada “terumá” (ofrenda sagrada que los agricultores presentaban al sacerdote, la cual era la primicia de su cosecha), lo podemos encontrar en éxodo 29:28 y en números 18:8.

Los que no podían comer era el huésped y el jornalero, pero en la traducción hebrea nos dice que el “residente” (alguien que vive en ese lugar), en el estudio de la “mezuzá” (pergamino con 2 escritos de la Torá albergado en una caja adherido a la jamba de los pórticos de la casa) se dice que un esclavo que decidía quedarse con su patrón por voluntad propia, se perforaba la oreja en el margen de la puerta. Esto era un simbolismo para identificar a las personas que decidían quedarse con su amo.

Pero estas personas, aunque ya habían decidido quedarse por voluntad propia, no podían comer de la ofrenda sagrada, pero los que sí podían comer eran aquellos que eran comprados con el dinero de los sacerdotes, como lo hizo Yeshua con nosotros, que nos compró con su sangre y también aquellos que eran nacidos en casa del sacerdote, los nacidos en su casa eran los hijos del sacerdote, y esto lo podemos también proyectar a nuestra vida como que sí podemos comer de la ofrenda sagrada del Eterno porque somos sus hijos, al igual que participar en su ministerio.

Dentro de los hijos del sacerdote había hombres y mujeres, con los hombres no había problema, pero las mujeres podían seguir consumiendo de la “terumá” siempre que la hija siguiera viviendo con su padre, en caso de casarse con alguien que no era sacerdote ya no podía hacerlo.

En otro caso, si alguien consumía lo que era para el sacerdote, tenía que regresar lo que consumió más una quinta parte.

Conclusión:

Sabemos que esto aplica para los sacerdotes, pero…

¿Cómo podemos llevar esta enseñanza a nuestras vidas?

La cabeza de familia es el sacerdote de su casa, por lo que debemos ser ejemplo de nuestra casa. Al permitir que otros coman de la santidad del hogar, estamos llevando la iniquidad a casa, por lo que hay que tener cuidado de no tener doble vida, sino ser una sola pieza, no ser doble cara. Hay que hacer “teshuvá” (arrepentirnos) y no volver al pecado, hacerlo de corazón.

Tenemos la invitación de que le pidamos al Eterno el querer como el hacer y tener el corazón de cumplir con sus mandatos.

 

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