173. Realizar la purificación del metzora de acuerdo a la Ley.

174. Que el metzora afectado de tzaraat rasure todos sus cabellos.

175. El precepto de realizar la purificación mediante la inmersión ritual.

Esta será la ley para el leproso cuando se limpiare: Será traído al sacerdote, y éste saldrá fuera del campamento y lo examinará; y si ve que está sana la plaga de la lepra del leproso, el sacerdote mandará luego que se tomen para el que se purifica dos avecillas vivas, limpias, y madera de cedro, grana e hisopo. Y mandará el sacerdote matar una avecilla en un vaso de barro sobre aguas corrientes. Después tomará la avecilla viva, el cedro, la grana y el hisopo, y los mojará con la avecilla viva en la sangre de la avecilla muerta sobre las aguas corrientes; y rociará siete veces sobre el que se purifica de la lepra, y le declarará limpio; y soltará la avecilla viva en el campo. Y el que se purifica lavará sus vestidos, y raerá todo su pelo, y se lavará con agua, y será limpio; y después entrará en el campamento, y morará fuera de su tienda siete días. Y el séptimo día raerá todo el pelo de su cabeza, su barba y las cejas de sus ojos y todo su pelo, y lavará sus vestidos, y lavará su cuerpo en agua, y será limpio. (Levítico 14:2-9 RVR60)

Explicación del mandamiento:

El capítulo 14 de Levítico manifiesta el proceso que debía seguirse ante el milagro de sanidad de la lepra en una persona. Todos los elementos que aquí se describen son simbólicos de nuestro Mesías Yeshua y de todo lo que hizo por nosotros.

La lepra se relaciona principalmente con el pecado de Lashon Hara (murmuración, crítica, juicio, queja), que involucra esencialmente el estar viendo la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. La lepra era una consecuencia, como lo que le sucedió a Míriam, hermana de Moisés, quien inmediatamente después de murmurar contra su hermano, se llenó de lepra.

En el momento que se manifestaba la sanidad de este padecimiento, el sacerdote salía y llevaba a cabo un proceso muy particular, que de acuerdo a los rabinos del Talmud va más allá de nuestra comprensión el porqué se hacía de esta manera, pues el ritual del leproso es un tema muy peculiar y extraño. No obstante, podemos darnos cuenta de que todo y cada uno de los elementos apuntan hacia Yeshua, pues como sabemos, todo en la Ley se cumple y cumplirá en él.

El sacerdote tenía que salir del campamento, de la misma forma que Yeshua salió de su trono celestial junto con el Padre, para venir a este mundo lleno de pecado e inmundicia, con el objetivo de acercarse a nosotros. Aquí también se nos dice que tomarían dos avecillas idénticas, una para sacrificio y la otra se dejaría libre. Podemos apreciar otra similitud más con nuestro Mesías, ya sea porque dio su vida por nosotros (la avecilla que muere) y resucito venciendo a la muerte (la avecilla que era libre), o, por otro lado, representaría la carga del pecado sobre una de las avecillas, tal como Yeshua llevó nuestro pecado, mientras que la otra avecilla era librada, así como él tomó nuestro lugar para que fuésemos hechos libres.

Por otro lado, la madera de cedro es una madera incorruptible que se usaba en ciertos casos del templo, y hay quienes dicen que probablemente Yeshua fue crucificado en un madero de cedro. La grana es un arbusto bajito, cuyas hojas eran usadas de la misma manera que el algodón, como una clase de estopa que se utilizaba en rituales asociados a la purificación. Mientras que la grana es el color rojo que tomaban las telas, el cual era obtenido de un gusano que al morir desprendía ese color y así se teñían las prendas. De la misma forma que Rahab fue salvada por la señal del hilo de grana en su ventana, esto apunta a Yeshua y su sacrificio al entregar su vida y derramar su sangre, muriendo en un madero para hacernos limpios.

Y finalmente esa sangre se ponía sobre aguas corrientes, que en hebreo se conocen como Mayim Hayyim, aguas de vida, tal como lo afirmo nuestro Mesías al decir que quien en él creyera de su interior correrían ríos de aguas vivas. Él es nuestra fuente inagotable de agua limpia, que nos purifica de todo pecado.

El Señor nos muestra que no solo nos ha perdonado de nuestros pecados, sino que también nos ha limpiado, estas son dos condiciones diferentes, que debemos comprender por qué en ocasiones entendemos el perdón, pero nos falta sentirnos limpios y sin mancha, Dios mismo nos afirma que aun lo más sucio que hayamos cometido puede quedar limpio por medio de su Hijo.

En este mandamiento también se muestra que la persona limpia de la lepra tenía que realizarse una depilación total, se rasuraba todo el cabello, la barba y en general todo el vello. ¿Por qué tenía que hacer todo esto? Es importante entender que a veces necesitamos hacer algo que nos ayude a acercarnos más a lo que creemos, es decir, somos personas que aprendemos viendo, tocando, oliendo, comiendo, y porque en general se asocia la fe con algo mental o filosófico, pero uno de los objetivos principales de la Torá es el buscar una fe integral, mente, corazón y emociones conscientes de lo que pasa en el ámbito espiritual. Una forma de que la persona estuviese convencida y segura de que Dios la había perdonado y limpiado de esa enfermedad, era de esta manera, simbolizando una renovación total, volver a empezar, un nuevo nacimiento.

El agua es un símbolo de purificación, y la Tevila que es el último de los preceptos que debía de hacer el leproso, representaba la nueva oportunidad que el Eterno le otorgaba, la Tevila es el ritual que mejor representa el nuevo nacimiento, vivir esa experiencia hace que nuestra fe se afiance, y no quedarnos en una creencia solamente mental, sino en una realidad viva.

El leproso a través de todos estos ritos se daba cuenta de que el Eterno lo limpiando, purificado y perdonando de todo lo que hizo, dándole una segunda oportunidad, como si volviera a nacer. Aunque hoy día no se hace esto, tenemos testimonio y sabemos que Yeshua cumplió cada uno de estos preceptos para nuestro perdón y purificación, otorgándonos una segunda oportunidad.

Conclusión:

Así como el leproso valoraría esta nueva oportunidad que se le daba de integrarse a la comunidad y el poder formar parte de una familia, apreciemos lo que el Señor nos ha brindado, al hacernos parte de su familia y de una congregación, sacarnos de nuestro aislamiento para contribuir y participar de una comunidad.

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