Que el sanedrín (tribunal de Israel) haga una ofrenda si erro en un dictamen. 

“Si toda la comunidad israelita peca al violar uno de estos mandamientos del Señor, pero no se da cuenta de ello, aun así, es culpable” (Lev. 4:13-14 NTV).

Explicación del mandamiento: 

El mandamiento 120 es el positivo 51 y se refiere a que el Sanedrín haga una ofrenda si erró en un dictamen. Esto se encuentra en Levítico 4, versículo 13 y 14. Dice así: 

  1. 13 Si toda la congregación de Israel hubiera errado, y el error estuviera oculto a los ojos del pueblo, y hubieran hecho algo contra alguno de los mandamientos del Eterno en cosas que no se deben hacer, y fueran culpables; 14 luego que se haga conocido el pecado que cometieron, la congregación ofrecerá un becerro por expiación y lo traerán delante del Tabernáculo de Reunión.

Este versículo también se refiere al pecado de error, o como lo conocemos, Jatat (ofrenda por el pecado), que se encuentra en el libro de Levítico. Estos pecados son involuntarios o pecados de ignorancia, y en este caso, se habla a la congregación y también se refiere al Gran Sanedrín. 

El versículo señala que cuando, por error, el Sanedrín permita algo prohibido y el pueblo actúe con base en ello y se dé cuenta, tendrán que hacer esta ofrenda o sacrificio para expiar ese pecado. 

De igual modo, nos indica que se requiere esta ofrenda cuando el Gran Sanedrín dictamine asuntos que puedan llevar, por ejemplo, a actuar de una manera que resulte en un pecado que merezca la pena de muerte. Entonces, deberán hacer este tipo de sacrificio para librarnos. Un ejemplo de ello es que dictaminen “que se pueda comer el cebo del sacrificio” o “que se coma sangre”, lo cual está prohibido, y el pueblo lo siga. No solo se refiere a los dictámenes, sino también a que, al instruir o dar a conocer la Toráh, puedan equivocarse en algo que no hayan entendido o comprendido y lo apliquen en la vida del pueblo. Esto implica hacer este sacrificio porque se equivocan en la interpretación. 

Este mandamiento se puede observar actualmente con nuestros gobernantes y jueces, que han dictaminado muchas cosas que están fuera de los mandamientos del Eterno. Han dictaminado casos judiciales y han llevado a muchas personas inocentes a la cárcel. Incluso se han realizado películas basadas en casos similares. 

Se refiere más a los dictámenes que nos puedan llevar a cometer un pecado que merezca la pena de muerte. Por ejemplo, en nuestro país se han tomado muchas decisiones que van en contra de los mandamientos de Dios, y el pueblo las ha aceptado como lícitas debido a la ignorancia o al desconocimiento de lo que implica. La legalización del aborto es algo que no se debe hacer, pero el pueblo lo hace porque se ha dictaminado así. La homosexualidad y la prostitución son otros ejemplos. Podría mencionar muchos más, pero estas son algunas de las muchas que se mencionan en este mandamiento. 

Hay que pensar y analizar que podemos comparar nuestros pecados actuales con alguna enfermedad que pueda surgir en nuestro cuerpo, algo que se propague rápidamente y que pueda llevarnos a la muerte. 

Esto se puede comparar con una gangrena. ¿Cómo se inicia una gangrena? Todos sabemos que se inicia con una herida causada por algo afilado y contaminado. Esto nos lleva a perder extremidades de nuestro cuerpo y se va extendiendo. Si no lo detenemos o no lo detectamos a tiempo, puede acabar con nosotros y llevarnos a la muerte. 

Se compara también con el pecado, ya que puede afectar la vida de una persona y extenderse a la familia, a una congregación o a una nación, como ha sucedido hasta ahora con todos los dictámenes y la corrupción existente. 

El Eterno también nos insiste a enfrentar la situación con firmeza y decisión, porque solo así podemos librarnos y no tolerar esa influencia. Él nos indica que no puede aceptar los pecados debido a su santidad, ya que Él es Santo y nosotros debemos ser santos para estar delante de Él. 

Por eso también nos pide que no toleremos nuestros propios errores cuando somos conscientes de ellos, que nos opongamos al pecado y que recordemos que somos responsables incluso de los pecados de los que no somos conscientes. Por eso nos dicen que nacemos con el pecado. 

También debemos ser sensibles cuando el Eterno, a través de su Espíritu, nos muestre o nos llame la atención sobre algún pecado que estemos cometiendo y debemos tomarlo de manera humilde y permitir que nos convenza para que nos arrepintamos. Él nos pide que nos arrepintamos rápidamente, de manera práctica y abierta, porque si ocultamos nuestros pecados, nuestro corazón se endurecerá y será más difícil arrepentirnos. 

Aplicando esto a nuestra vida hoy en día, la esencia o espíritu de este mandamiento es que el Eterno nos muestra que nadie es perfecto, todos tenemos errores, y en su misericordia nos permite arrepentirnos y acercarnos a Él para hacer un sacrificio y expiar nuestros pecados. En los tiempos antiguos, se realizaban este tipo de sacrificios llevando un becerro que se degollaba y su sangre se exponía, según lo indicado en la Toráh. 

En nuestros tiempos, tenemos el sacrificio que fue hecho a través de nuestro Meshiaj Yeshua, que es el sacrificio máximo dado para la expiación de nuestros pecados. Esto no significa que podamos seguir pecando, sino que debemos reconocer siempre nuestros pecados. 

Por lo tanto, el Eterno nos enseña que incluso los más sabios, los más estudiosos y los maestros de la Toráh pueden equivocarse, y les da la oportunidad de expiar esos errores a través del sacrificio de un animal. 

Nosotros, a través de la sangre de nuestro Meshiaj, tenemos la oportunidad de arrepentirnos y ser expiados por su sangre. 

En Hebreos 9:11-14, se menciona que nuestro Meshiaj, como sumo sacerdote de los bienes venideros, entró una vez por todas en el Lugar Santísimo con su propia sangre para obtener una redención eterna. También se menciona cómo la sangre de los animales purificaba para la purificación de la carne, pero la sangre de Yeshua limpia nuestras conciencias de obras muertas para que podamos servir al Dios vivo. 

El mandamiento 120 nos indica que reconozcamos nuestras faltas, seamos santificados a través de estos medios y comprendamos que nadie es perfecto, excepto el Eterno y nuestro Meshiaj Yeshua. El sacrificio de Yeshua es el mayor ofrecimiento que se ha hecho para expiar nuestros pecados, y debemos recordar siempre que debemos arrepentirnos y buscar su perdón. 

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