Considerar ritualmente impura a la mujer luego del parto.

Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer, cuando conciba y dé a luz varón, será inmunda siete días; conforme a los días de su menstruación será inmunda. (Lev. 12:2 RVR60).

Explicación del mandamiento:

El nacimiento de un bebé es un momento muy especial, de mucha bendición y alegría para toda la familia. No obstante, la Torá nos habla de algunas reglas de purificación para la mujer después del parto. Puede parecer algo fuerte para nuestros días, o hasta cierto punto despectivo para las mujeres, ya que puede ser mal visto que una mujer se considere “inmunda” por el hecho de haber dado a luz.

Debemos reconocer que todos los mandamientos que el Eterno nos ha dado son para bendición, cada instrucción es para nuestro bien. Debemos confiar que nuestro Padre Celestial es sabio y quiere lo mejor para nuestras vidas.
Aparentemente, este mandamiento discrimina a la mujer, pero debemos profundizar para descubrir que también existen otras razones detrás, para lo cual es necesario definir algunos términos clave.

La palabra “inmunda” parece muy similar a “maldita”; sin embargo, una traducción más acertada es el término “impura”, debido al flujo de sangre que sale de ella después del parto, por eso compara este estado con los días de la menstruación “niddá”.
La palabra “inmunda” implica una contaminación ritual, un estado de apartamiento en el cual la persona no se podía acercar al templo ni a los elementos sagrados, como más adelante se describe en el versículo 4.

Cabe aclarar que la mujer no es la única que puede llegar a este estado de impureza, el varón también podía estar impuro por diferentes circunstancias.
Estas leyes de pureza o de contaminación ritual se encuentran inmediatamente después de las leyes que hablan sobre la impureza de los animales en Lev. 11. El Eterno primero pone las leyes de inmundicia de las animales y después la de los hombres, el mismo patrón de la creación.

Él quiere que el hombre no se jacte y no se crea un ser superior en sí mismo por el simple hecho de existir, ya que fue creado el mismo día que los animales, y si no es capaz de obedecer los mandamientos, se rebaja a ese nivel animal, y se aparta de esa relación especial que tiene con el Eterno y simplemente se dejará llevar por sus instintos.

El ser humano viene a esta vida a través de una gota de semen, el cual es considerado impuro. Después, al nacer, torna a su madre en un estado de impureza y cuando muere, su cadáver sigue generando contaminación ritual para aquellos que entran en contacto con él. Es por ello que el Rey David llegó a decir lo siguiente:

He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre. (Psa. 51:5 RVR60).

El versículo anterior nos deja en claro que no hay nada en lo que podamos jactarnos como seres humanos.

Y al octavo día se circuncidará al niño. Más ella permanecerá treinta y tres días purificándose de su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al santuario, hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación. (Lev. 12:3-4 RVR60).

Las mujeres después de dar a luz tendrían que estarse apartando de las cosas sagradas, como era el caso de las esposas de los levitas, las cuales no podían participar de los alimentos sagrados bajo esta circunstancia. Estas leyes aplican solo para los días del Tabernáculo o del Templo, aunque algunas personas quieren transpolar esta relación a una iglesia, congregación o sinagoga.

Se dice que la mujer era impura durante 7 días y tenían que pasar 33 días de purificación, es decir, en total 40 días en este estado de separación sobre las cosas sagradas, y por ende también de su esposo, ya que lo habitual es que la mujer siga en un periodo de sangrado como en los días de su menstruación y, por lo tanto, inaccesible para tener relaciones íntimas con su esposo.

El Eterno en su infinita sabiduría nos da leyes no solo para aspectos del Templo, sino para cuestiones mucho más allá. Una mujer después de dar a luz se encuentra en un estado de ánimo de constantes cambios, fluctuaciones hormonales, desvelos, esfuerzos, estrés postparto, factores que provocan un descenso de en las defensas del cuerpo, que la dejan en un estado de mayor susceptibilidad para contraer enfermedades.

Por lo que esta separación en parte también tiene como objetivo el proteger a la mujer misma. Habrá mujeres que se sienten bien a los 20 o 30 días, pero ese es un plazo general establecido. Y aquí podemos descubrir lo cuidadoso que es nuestro Padre, ya que primero permite que la mujer se recupere, y después se reincorpore a las actividades que le permiten construir una relación con Él.

Este es un mandamiento de gran sabiduría, es el origen de la conocida “cuarentena”, periodo de aislamiento de 40 días, establecido en casos de plagas y pandemias, con el fin de estar en observación para evitar el ser una amenaza para los demás.

Y si diere a luz hija, será inmunda dos semanas, conforme a su separación, y sesenta y seis días estará purificándose de su sangre. (Lev. 12:5 RVR60).

No hay una explicación clara para esta diferencia entre el periodo de aislamiento en el caso de dar a luz a un niño (40 días) o a una niña (80 días), así que podría considerarse a este mandamiento como de carácter ilógico. Algunos han tratado de encontrar alguna razón para lo anterior, argumentando que es por el hecho de que fue la mujer la primera que pecó.

Otros han inferido que se debe a que la niña que nace lleva en ella el potencial de dar a luz, por tanto, la mujer lleva en su vientre no un alma, sino dos, por lo que la purificación es doble. Con todo esto podemos apreciar cuan bueno es Dios, que en todo detalle se preocupa por nuestra salud física y espiritual, y aprendamos que cada instrucción de él, lo único que busca es nuestro cuidado, protección y bendición.

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