No oprimir, ni angustiar al prójimo con palabras.

 

Y no engañe ninguno a su prójimo, sino temed a vuestro Dios; porque yo soy Jehová vuestro Dios. (Lev. 25:17 RVR60).

 

Explicación del mandamiento:

 Según el contexto, tienen relación con el año del jubileo que corresponde al año 50 y correspondía también a un momento muy especial, ya que se liberaba de deudas a todos aquellos que habían adquirido las tierras, volvían a sus dueños originales.

Y cuando vendiereis algo a vuestro prójimo, o comprareis de mano de vuestro prójimo, no engañe ninguno a su hermano. Conforme al número de los años después del jubileo comprarás de tu prójimo; conforme al número de los años de los frutos te venderá él a ti. Cuanto mayor fuere el número de los años, aumentarás el precio, y cuanto menor fuere el número, disminuirás el precio; porque según el número de las cosechas te venderá él. Y no engañe ninguno a su prójimo, si no temed a vuestro Dios; porque yo soy Jehová vuestro Dios. (Lev. 25:14-17 RVR60).

Así que está hablando de un aspecto muy lógico comercial, que es sobre las ventas justas de la tierra y de manera proporcional al siguiente año del jubileo, entonces mientras menos años faltaran, la tierra tenía menos valor, si acababa de pasar el año del jubileo, esa tierra iba a ser explotada o usada muchos más años y, por tanto, su valor sería más alto y al final del verso 17 de esta sección cierra este tema comercial diciendo “no engañe ninguno a su prójimo si no temed a vuestro Dios porque yo soy el Señor vuestro Dios”; sin embargo, es importante saber que muchos de los mandamientos que tenemos en el listado de los 613 mandamientos de la Ley se derivan de versículos que no necesariamente o no de manera literal expresan lo que dice aquí, el verso 17 no está hablando acerca del hablar; sin embargo, los Rabinos al tener ya previamente al versículo 14 consideran que es una buena oportunidad justamente para enseñar algo que va totalmente acorde a la Torah y es el oprimir, el angustiar a nuestro prójimo.

La palabra engañar viene de una palabra hebrea cuya raíz tiene que ver con ser violento, encolerizarse, enojarse, maltratar, en aquellos días, los tratos comerciales eran prácticamente todo por medio de palabras, así que iba a ser muy lógico, que siempre hubiese alguien e intentara ofender a su prójimo por medio de palabras en los ámbitos comerciales, pero no nada más está limitado a la parte comercial, el comercio debía de ser justo y que es una manera de agraviar fuertemente al hermano, hay muchos aspectos que son afectados cuando lastimamos a alguien de palabra, las palabras tiene un gran poder, tienen muchísima influencia de manera positiva o negativa también.

La palabra fue justamente lo que dio pie a la creación cuando el Eterno dijo “Y sea la luz fue la luz” etc., entonces toda la creación se empezó a desarrollar o se formó por medio de la palabra de Dios, nosotros hemos sido transformados por medio de la palabra también, en este caso por la palabra escrita, Yeshua dijo que sus palabras son espíritu y son vida, entonces la palabra es una herramienta que el Eterno ha dado al hombre no nada más para comunicarse, sino para transformar las cosas, para construir, lamentablemente, esto es también válido para hacer daño, para oprimir, para angustiar, para dañar, para lastimar, dicen por ahí que las palabras son peor que las espadas, son más cortantes que los cuchillos que puede llegar a rasgar incluso el alma, entonces es significativo la manera en la que decimos estas palabras, podemos llegar hacerlas con sarcasmo, con ironía y también pueden llevar muchísimo daño.

Hermanos míos, no os hagáis maestros, muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! (Sant. 3:1-5 RVR60).

Es una manera de confirmar este mandamiento, de darnos cuenta de que el poder que tenemos en la lengua es exactamente el mismo que tiene un pequeño fuego, de destruir un bosque entero y si hay algo en lo que es difícil no pecar es justamente en lo que decimos; una muestra de ser dominados por el Espíritu de Dios es cuando logramos refrenar nuestra lengua, ¿Cuántas veces no hemos dicho algo y después nos arrepentimos? Cuando algo se quema, no lo puedes reconstruir, ya no va a quedar jamás igual; así que tenemos que tener muchísimo cuidado, no nada más en lo que decimos, sino en cómo lo decimos, dice la Biblia, en las muchas palabras no faltará el pecado, así que este mandamiento es muy claro.

 

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