NO DESIGNAR COMO JUEZ A QUIEN NO SEA EXPERTO EN LA SABIDURÍA DE LA TORÁ. 

Deuteronomio 1: 14-17:

       “Y me respondisteis y dijisteis: Bueno, es hacer lo que has dicho. Y tomé a los principales de vuestras tribus, varones sabios y expertos, y los puse por jefes sobre vosotros, jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez, y gobernadores de vuestras tribus. Y entonces mandé a vuestros jueces, diciendo: Oíd entre vuestros hermanos, y juzgad justamente entre el hombre y su hermano, y el extranjero. No hagáis distinción de persona en el juicio; así al pequeño como al grande oiréis; no tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de Dios; y la causa que os fuere difícil, la traeréis a mí, y yo la oiré. ” (Deuteronomio 1: 14-17, RV60).

Explicación del mandamiento:

 Moisés está haciendo como un recuento histórico hablándole al pueblo de lo que pasaron en el desierto sobre la asignación de los jueces, estos pasajes son la base de lo que hizo Moisés, de lo que sucedió posteriormente en la época de Yeshua con respecto a lo que conocemos como el sanedrín, que era un grupo de jueces asignados para llevar a cabo la impartición de la justicia, de todo lo relacionado con la Torá. Estas personas llevaban a cabo los juicios de prácticamente todos los aspectos: comerciales, civiles, penales, luego hubo una división y la realeza o la monarquía tenía autoridad y estaba enfocada en el ámbito penal, sobre la pena capital. El resto de las funciones quedó asignada al sanedrín, quienes podrían ser sacerdotes, levitas u hombres reconocidos por su sabiduría, por su conocimiento en la torá. 

Este mandamiento negativo dice así: No designar como juez a quien no sea experto en la sabiduría de la torá. 

Parece lógico designar a un juez que va a juzgar con respecto a los temas de la Torá que fuera experto en estas cuestiones, pero no siempre fue así, en la época de los reyes hubo muchísimos de ellos, dentro de la casa de Israel y dentro de la Casa de Judá que no eran expertos en la Tora y, al parecer, no cumplían lo que decía la escritura misma, sino que estaban en la idolatría, adulterio y otros pecados lo que demostraba efectivamente, que hubo un retroceso espiritual. Expresa el Talmud en la época del primer siglo muchos de los sacerdotes que oficiaban en el templo no sabían las actividades ni oficiar, no sabían la liturgia, en algunos casos tuvieron que ser asistidos por un fariseo que fuera un experto en el tema de la Torá.

   Este mandamiento es muy importante, ya que en la vida se van a presentar situaciones que están contempladas en la Torá, allí nos habla de una gran variedad y multitud de temas. La Torá, la Biblia, de alguna manera es un libro de la vida, no es un libro de religión, no es un libro de ciencia, es un libro que nos muestra cómo es el hombre, los aspectos principales de la vida, nos habla de la naturaleza humana. Por ello entender la Torá de alguna manera es comprender los caminos del hombre, cuando podamos llegar a entender mejor lo que la torá nos explica y nos muestra vamos a tener mayor entendimiento con respecto a las situaciones de la vida, cómo nos comportamos, ser como ese árbol plantado junto a corrientes de agua, transformándonos en una persona fructífera, una persona sabia. Por esto mismo era fundamental que los jueces fueran entendidos, que conocieran todo esto.

   El apóstol Pablo conocía estos principios, por cuanto el juicio es de Dios, tenía que conocer La Palabra de Dios. Pablo le escribe a Timoteo dándole una serie de consejos, quien tenía una misión complicada que llevar a cabo en una comunidad. En 1° Timoteo 3 casi todo el capítulo refiere al perfil de jueces, líderes, personas que se encuentran en posición de autoridad como un pastor, como un rabino, en relación con esto Pablo aconseja en este libro, capítulo 3 verso 6:

no un neófito, (persona nueva en la fe que recién está aprendiendo y ya lo ponen a servir) no sea que se envanezca y caiga en la condenación del diablo”. (1 Timoteo 3:6 RV60)

(O sea que ciertas situaciones pueden envanecer a una persona si no tiene conocimiento y termina perdiéndose), dice en versículo 7:

”También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo”. (1 Timoteo 3:6 RV60). 

Con respecto a la sabiduría que tenían que tener para poder calificar, incluso en estos días, dice en Santiago 3: 13:

 “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.” (Santiago 3:13-18 RV60)

 Los jueces no solo tenían que tener un conocimiento intelectual de la Torá, sino también plasmado en sabiduría que venga de lo alto, que se demuestre  en esos frutos, por ello al comenzar esta carta Santiago capítulo 3 dice : “No se hagan mucho de estos, maestros”, es decir, no se posicionen como maestros porque pueden recibir mayor condenación, ya que los jueces debían juzgar, deliberar, situaciones de vida o muerte, llevar a personas a la bancarrota, casos que podían terminar en enemistades, por ello tendrían que tener el conocimiento de lo que dice la Torá porque están representando a Dios. Cuando una persona es llamada debe considerarse el tiempo recorrido en la Torá para que no fracasen por falta de conocimiento.

La Biblia es un libro grande, con mucho contenido, no basta con leerlo, hay que vivenciarlo, hacerlo acción, tomarse tiempo para entenderlo y aun así se fracasa durante el aprendizaje, eso mismo nos lleva a poder decir como experimentarlo en nuestras vidas, rogando al Padre que nos guíe, nos dé sabiduría por eso mismo es que precisamos tanta misericordia por parte del Eterno.

  Como aplicarlo al día de hoy:

Hay muchas formas de entenderlo no solo en el ámbito del juicio, en el caso de los jueces o en el sanedrín, sino en cualquier otra área de la vida, el hombre ha logrado numerosas especialidades para beneficio del mismo hombre. Los rabinos, los jueces también tenían que especializarse en la torá. Hoy en día se prefiere compartir temas muy personales con extraños en lugar de confiar en la sabiduría de la torá.

   En el libro, la Mishné Torá de Maimónides quien es un erudito dentro de la jurisprudencia judía, realizo investigaciones y con base en ellas escribió este  compendio sobre las principales leyes judías, puntualmente sobre el sanedrín dice: ¿Cómo se llevaban a cabo estas situaciones que hablaban acerca de los jueces y del sanedrín? En la sección llamada sanedrín, capítulo 1, dice: “la obligación de construir tribunales en cada distrito y en cada ciudad rige solo en la tierra de Israel, pues está escrito: Jueces y guardianes te darás en todas tus ciudades que el Eterno Tu Dios te da para tus tribus”. Aquí él considera estos tribunales como Sanedrín y sigue siendo así hasta el día de hoy, solo tienen valor o vigencia dentro de la tierra de Israel, y particularmente que esté operando en Jerusalén.

 ¿Cuántos tribunales regulares ha de haber y cuál es el número de sus componentes?” El primero que se designa es el gran tribunal del Templo, denominado gran Sanedrín, el número de cuyos integrantes es 71 y contigo, en total 70 y 1, al que supera a todos en sabiduría se lo designa jefe y se desempeña como principal de la Academia, a  este se le designan los sabios con el título de Nasí, así se le llamaba al principal y es quien ocupa el lugar de nuestro maestro Moshé, el más eminente de los 70 miembros es designado segundo del jefe, se sienta a su diestra y se lo denomina Av bet din, presidente del Tribunal. El resto de los 70 ocupa lugares ante ellos conforme a su grado, cuanto mayor la sabiduría de un miembro, más cerca estará del nasí y más a la izquierda de sus compañeros, sus asientos se disponen en forma de semicírculo para que el nasí y el Av bet din puedan verlos a todos. Además, se designan otros dos tribunales de 23 miembros cada 1, uno en la entrada del patio y otro en la entrada del monte del Templo, y en toda ciudad de Israel con 120 habitantes o más se designa un pequeño Sanedrín, quien tiene su sede en las puertas de la ciudad, como está escrito: “Estableced en las puertas justicia

El número de sus miembros debe ser de 23 jueces, el más sabio de todos es su jefe y los demás se sientan en semicírculo para que el jefe los vea a todos”. En el capítulo dos dice: “Para formar parte del sanedrín, sea grande o pequeño, solo se designan hombres sabios y de buen juicio, de gran erudición en la torá y amplios conocimientos con ciertas nociones de las demás ciencias como la medicina, las matemáticas, la astronomía, la astrología y los métodos de adivinos, brujos y hechiceros. Así como las supersticiones idolátricas y cosas similares para que sepan tratarlas”, verso 3 dice:” Que ningún Sanedrín se designe como miembro, ni a un anciano entrado en años, ni a quien no tiene hijos” (ya que la virtud de la compasión no se desarrolla totalmente). En el punto cuatro dice: “un rey de Israel no puede ser designado miembro del Sanedrín, pues está prohibido discrepar con él o contradecir sus palabras. En cambio, sí puede serlo un sumo sacerdote si lo merece por su sabiduría. En un Tribunal de tres es imprescindible que cada miembro posea siete calificaciones (las que se repiten dentro del Talmud en el Midrash) sabiduría, humildad, temor a Dios, desprecio por la riqueza, amor a la verdad, ser querido por la gente y buena reputación”. 

Dentro de este capítulo dos dice “cuentan los sabios que el Tribunal Supremo solía enviar emisarios por todo Eretz Israel, por toda la tierra de Israel y que a todo hombre de quien comprobaban que era sabio, temeroso del pecado, humilde, sensato, sin tacha y querido por la gente, lo designaban juez en su ciudad. De allí lo trasladaban a la entrada del monte del Templo, de allí a la entrada del patio y de allí al Tribunal Supremo. En el capítulo tres dice: “la presencia divina se halla siempre en el seno de todo tribunal judío, justo, por lo tanto, los jueces deben mantenerse en estado de ánimo reverente, actitud seria, correctamente vestidos y atentos a su tarea. Les está prohibido actuar con ligereza, reír o mantener conversaciones ociosas dentro del Tribunal, si no que solo deben conversar sobre temas de Torá y sabiduría. Capítulo ocho dice:” si un sanedrín, un rey o un exilarca designaron en una comunidad judía un juez inapropiado, falto de sabiduría en la torah o incompetente para sus funciones, aunque por todo lo demás sea un dechado en virtudes y tenga otras calificaciones, el designarte transgredió una prohibición, pues está escrito, no sean parciales en el juicio, lo cual, según la interpretación tradicional, se refiere a quienes designan a los jueces. Los sabios previeron que no se debe decir: designaré juez a fulano porque me es agradable o porque es valiente o porque es de mi familia o porque sabe muchas lenguas. Semejante juez terminaría por condenar al inocente y absolver al culpable, no por maldad, sino por ignorancia. Es por ello que está escrito, no sean parciales en el juicio”. Está prohibido ponerse de pie ante cualquier juez que haya pagado por su designación, por el contrario, los sabios ordenaron considerarlo en extremo con desdén y desprecio.  

 Por eso es que la gente en la época del Brit Hadashá no veía con respeto ni temor a los que formaban parte del sanedrín porque la mayoría eran sacerdotes corruptos, habían comprado el puesto de alguna manera y realmente no eran temerosos ni piadosos de la Torá.

También escribe aquí Maimónides” los sabios de la antigüedad solían eludir ser designados y se esforzaban al máximo por evitar formar parte del tribunal hasta que comprobaban que no había nadie tan apropiado como ellos y que sí se abstuvieran de integrar el tribunal, la línea de la justicia se vería distorsionada y aun así no se incorporaban al Tribunal sino tras mucha presión e insistencia por parte de los ancianos y del pueblo”.  

 (No valía autoproclamarse, postularse, sino que tendría que surgir por el reconocimiento de parte del mismo pueblo.  Yeshua cumplió con todo lo que escribe Maimónides que estaba estipulado para los jueces de aquellos días). Continúa diciendo que: “para ser un miembro del Tribunal Supremo como de un pequeño sanedrín o de un Tribunal de tres es necesario haber sido ordenado por quien ha sido ordenado. A su vez, Moshé, nuestro maestro, ordenó a Josué apoyando sobre el su mano como está escrito. También a los 70 ancianos los ordenó Moshé y la presencia divina se posó sobre ellos, aquellos ancianos que ordenaron a otros y los otros a otros a su vez. Solo una persona que había sido anteriormente ordenada podía ordenar a otros.

 Es un principio que también Pablo le enseñó a Timoteo: No impongas las manos con ligereza cuando llames a un anciano. Ten cuidado porque tienes que conocerlo bien, tiene que dar frutos, tiene que haber una evidencia de que realmente es una persona con conocimiento y llamada por el eterno. 

 Por último, dice Maimónides: “se denomina elohim, jueces, solo a un tribunal cuyos miembros fueron ordenados en la tierra de Israel, hombres sabios y competentes para juzgar, examinados por un tribunal de la Tierra de Israel que los designó y ordenó”. 

Posteriormente, continúa relatando una serie de reglas muy interesantes de cómo se llevaban a cabo los juicios en aquellos días, cómo deliberaban los jueces, qué proceso llevan a cabo cuando tenían que matar a alguien, de qué manera decretaban si era inocente o culpable. Estos eran principios muy importantes que la Torá establece también para el día de hoy.  Vivimos en un mundo secular donde los jueces de las naciones lo que menos conocen es de la palabra de Dios y qué diferencia haría en este mundo si esta gente que tiene la facultad de juzgar como los magistrados, jueces, senadores, diputados y que de alguna manera están en una posición de autoridad conocieran la Torá, sería realmente maravilloso.

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