216. Dejar las esquinas del campo para los necesitados.

217. No cosechar por completo las esquinas del campo.

218. Abandonar (para el necesitado) las espigas caídas al momento de la cosecha.

219. No recolectar las espigas que se caen en el momento de la cosecha.

220. Dejar una parte de la viña sin recolectar (se refiere a los racimos incompletos), para los necesitados.

221. No recolectar una parte de la viña (se refiere a no rebuscar los racimos pequeños e incompletos, que representan unas pocas uvas aisladas).

222. Abandonar las uvas caídas en la vendimia, para los necesitados.

223. No recoger las uvas caídas de la vendimia.

“Cuando siegues la mies de tu tierra, no segarás hasta el último rincón de ella, ni espigarás tu tierra segada. Y no rebuscarás tu viña, ni recogerás el fruto caído de tu viña, para el pobre y para el extranjero lo dejarás. Yo el Eterno vuestro Dios.”  (Levítico 19:9-10 RV60)

Explicación del mandamiento:

Como podemos observar en el versículo, dice que no se siegue todo completo, sino que se deje una esquina para los pobres y extranjeros, es decir, para los más necesitados. Por lo que nos hace notar que el Eterno siempre está al tanto del que más lo necesita.

También podemos observar que son mandamientos con doble función, por una parte, es bendecir a aquellos que están en necesidad y por otra parte, evitar que la persona que ha sido prosperada crea que todo le pertenece, ya que sabemos que nuestros ojos, como dice la biblia, no se sacian jamás, todo el tiempo queremos más. Y lo podemos notar con las personas llenas de riquezas, es un poco de lo que dice el apóstol Santiago cuando dice “que los ricos de este mundo son los que lo hacen sufrir”, es por ello que Di-s no quiere que todo sea para la persona rica.

Como lo podemos notar con el “diezmo”, ya que es nuestro entre comillas, porque una parte es de Dios. Y como vemos en el versículo, todo lo que cosechamos y sembramos es de Dios y más en la agricultura, puesto que es un milagro, porque para que se den las plantas; crezcan con la lluvia, la tierra, etc. es el Eterno quien lo hace y no nosotros.

Esta práctica la encontramos también en el libro de Ruth, que definitivamente es una lección para nosotros de no ser codiciosos y dar a los más necesitados y sobre todo a Dios.

Conclusión:

Este es un mandamiento que se sigue aplicando hasta nuestros días, aunque no tengamos un campo o viñedo que trabajar, el Eterno nos invita a no cerrar nuestro corazón al necesitado y no ser meticuloso al momento de dar al otro. No podemos ser como el Mesías que daba sin mirar a quién, pero si podemos seguir sus enseñanzas y tratar de hacerlo, ya que no son nuestros los recursos que tenemos, vienen del Eterno y que mejor que lo destinemos como él nos lo pide para este tipo de causas de una manera humilde y con alegría.

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