Considerar impuras las ropas afectadas de Tzaraat (decoloración de la piel traducida como “lepra”), las cuales a su vez impurifican, y proceder con ellas de acuerdo a la ley.

Cuando en un vestido hubiere plaga de lepra, ya sea vestido de lana, o de lino, o en urdimbre o en trama de lino o de lana, o en cuero, o en cualquiera obra de cuero; y la plaga fuere verdosa, o rojiza, en vestido o en cuero, en urdimbre o en trama, o en cualquiera obra de cuero; plaga es de lepra, y se ha de mostrar al sacerdote. Y el sacerdote mirará la plaga, y encerrará la cosa plagada por siete días. Y al séptimo día mirará la plaga; y si se hubiere extendido la plaga en el vestido, en la urdimbre o en la trama, en el cuero, o en cualquiera obra que se hace de cuero, lepra maligna es la plaga; inmunda será. Será quemado el vestido, la urdimbre o trama de lana o de lino, o cualquiera obra de cuero en que hubiere tal plaga, porque lepra maligna es; al fuego será quemada. Y si el sacerdote mirare, y no pareciere que la plaga se haya extendido en el vestido, en la urdimbre o en la trama, o en cualquiera obra de cuero, entonces el sacerdote mandará que laven donde está la plaga, y lo encerrará otra vez por siete días. Y el sacerdote mirará después que la plaga fuere lavada; y si pareciere que la plaga no ha cambiado de aspecto, aunque no se haya extendido la plaga, inmunda es; la quemarás al fuego; es corrosión penetrante, esté lo raído en el derecho o en el revés de aquella cosa. Mas si el sacerdote la viere, y pareciere que la plaga se ha oscurecido después que fue lavada, la cortará del vestido, del cuero, de la urdimbre o de la trama. Y si apareciere de nuevo en el vestido, la urdimbre o trama, o en cualquiera cosa de cuero, extendiéndose en ellos, quemarás al fuego aquello en que estuviere la plaga. Pero el vestido, la urdimbre o la trama, o cualquiera cosa de cuero que lavares, y que se le quitare la plaga, se lavará segunda vez, y entonces será limpia. Esta es la ley para la plaga de la lepra del vestido de lana o de lino, o de urdimbre o de trama, o de cualquiera cosa de cuero, para que sea declarada limpia o inmunda. (Levítico 13:47-59 RVR60)

Explicación del mandamiento.

En el mandamiento 172, habíamos estudiado sobre el caso de la lepra manifestada en la piel, pero aquí se nos habla del caso de la lepra en la ropa. Si había algún indicio de esta lepra en alguna prenda, había que acudir al sacerdote para que la revisara y esperar 7 días para ver cómo evolucionada esa manifestación.

¿Por qué se manifestaría la lepra en la ropa?

Para encontrar una respuesta a esta interrogante podemos empezar por cuestionar ¿cuál es el tema principal del libro de Levítico? Si estudiamos este libro nos daremos cuenta de que aspecto principal que quiere comunicarnos es la purificación y la santidad, cualidades que deben ser prioridad en nuestras vidas. En este libro se habla de los procesos de purificación que debían seguirse ante ciertos acontecimientos como cuando una mujer daba a luz un hijo o hija, durante el periodo menstrual de la mujer, por la emisión de semen en el hombre, al tocar a algún animal inmundo, así como la purificación al presentar cualquier sacrificio u ofrenda.

Por tanto, en este mandamiento se nos muestra el proceso de purificación ante la aparición de lepra en alguna prenda. ¿Cómo podríamos aplicar esto a nuestra vida? Así como la lepra en la piel era consecuencia de algún pecado cometido, tal como la murmuración, la crítica y la queja, que son actitudes equivocadas del corazón, la lepra en la ropa representa las acciones equivocadas que estaríamos llevando a cabo y que serían piedra de tropiezo para los que están a nuestro alrededor. Es decir, el ser incongruentes entre lo que creemos y lo que hacemos y está a la vista de los demás.

Al Eterno no solo le interesa que estemos bien en nuestro interior, sino que nuestras acciones manifiesten que estás creyendo y viviendo en sus instrucciones. La lepra en la ropa podría representar una llamada de atención del Padre ante nuestra incoherencia de vida, lo cual muestra la bondad y amor de Dios, de la misma forma que un padre regaña y castiga a sus hijos, así el Eterno castiga a los que ama, con el objetivo de corregir nuestros caminos y atraernos a Él. La presencia divina solo se manifiesta cuando el hombre está arrepentido de su pecado y vuelve a los mandamientos de Dios.
Como sabemos, toda la Ley apunta a nuestro Mesías Yeshua, y, por tanto, nuestro Salvador también se encuentra reflejado en este mandamiento.

En Hebreos 1:1-3 se nos dice:

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, (Hebreos 1:1-3 RVR60)

Analicemos algunas citas donde se habla sobre las ropas:

La primera de ellas la encontramos en Marcos 9:1-3:

También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder. Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos. Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos. (Marcos 9:1-3 RVR60)

Esos vestidos que portaba Yeshua en la transfiguración son los que nosotros también debemos buscar tener, debemos anhelar que nuestras acciones sean agradables primeramente ante Dios y después ante las personas, para tener el privilegio de usar esos ropajes ante los ojos del Eterno.

En Lucas 24:1-4 se nos dice:

El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; (Lucas 24:1-4 RVR60)

Aquí también se nos habla de que los ángeles, que son enviados y mensajeros de Dios, también tienen esas ropas resplandecientes, evidentemente sin mancha alguna, ni manifestación de lepra, pues ellos solamente cumplen la voluntad del Señor.

Conclusión:

En  Apocalipsis 19:1-8 se dice lo siguiente:

Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella. Otra vez dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube por los siglos de los siglos. Y los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron en tierra y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: ¡Amén! ¡Aleluya! Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes. Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. (Apocalipsis 19:1-8 RVR60)

Así es como debemos estar vestidos en las Bodas del Cordero, de lino fino que representan las acciones justas de aquellos que han sido apartados y consagrados, y ese es nuestro llamado, si queremos estar en las Bodas del Cordero tenemos que cuidar nuestras ropas, si existe alguna una mancha en ellas, reflexionemos sobre cómo nos hemos comportado no solo ante mi prójimo sino ante el Eterno y a lo que Él nos pide, y estar siempre prontos para humillarnos y arrepentirnos, pidiendo perdón, para que sea el quién limpie y purifique nuestras ropas de cualquier indicio de lepra en ellas.

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