El precepto es reprochar a otra persona de la congregación cuando no se comporta correctamente.

“No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado.” (Levítico 19:17 RV60)

¿Alguna vez has declarado que siempre has sido súper bien portado? ¿En tu vida, has visto a alguien con mala actitud? ¿Has puesto mala cara o hablado malas palabras dentro o fuera de la congregación? O es tu respuesta que siempre has hecho todo bien.

Todos en algún momento nos hemos quedado con algo guardado con respecto a la actitud de nuestro prójimo, ya sea con algo de rencor en nuestro corazón hacia alguna persona o hermano de la congregación. Nos hemos quedado con las ganas de decir:

  • ¡Híjole!, alguien le debería decir la verdad.
  • ¡Alguien debería comentarle!
  • Que alguien le diga a él o a ella.

Entonces en muchas ocasiones lo único que hacemos es decir: mejor vamos a orar por esa persona y esperemos que algún día entienda, y que el Espíritu le hable.

Sería perfecto si todo fuera así de fluido, pero la realidad es que la Torá es muy concreta, tajante y específica en muchos de los asuntos, y no se anda tanto por las ramas ni término medio.

Lo importante es que vayamos renovando nuestro entendimiento, y les plantearé un ejemplo de cómo actúan los judíos. Ellos son muy directos, y como se dice coloquialmente en México, sin pelos en la lengua. Te hacen ver si algo que hiciste, acción u omisión, estuvo mal u ofensivo. Se hace el reproche con fundamento en el mandamiento de Levítico 19:17. A continuación cito diferentes versiones bíblicas para buscar un mayor entendimiento:

“No alimentes odios secretos contra tu hermano; más bien, reprende con franqueza a tu prójimo, para que no compartas su pecado.” (Biblia al día)

“No abrigues en tu corazón odio contra tu hermano, reprende a tu prójimo cuando debas hacerlo. No te hagas cómplice de su pecado.” (Dios habla hoy)

“No odies en tu corazón a tu hermano; más bien, repréndelo con franqueza para que no cargues sobre ti la culpa de su pecado.” (Biblia Kadosh)

Entonces nos damos cuenta de que, cuando no somos francos y sinceros con nuestro prójimo, es como si participáramos en parte de su pecado.

La exhortación como un acto de amor.

Observemos que la versión Reina Valera 1960 dice: “No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado.” La palabra “razonarás” tiene que ver con decidir, comprobar, convencer, juzgar. Este principio de la Torá es muy activo, ya que no debemos esperar a que la otra persona nos pida disculpas o perdón. Cuando tú le dices a alguien que está actuando mal, es un acto de amor.

El éxito consiste en cómo se lo expresas a la otra persona, y debemos tener muy claro, como vemos en algunas versiones, que es pecado si te quedas callado. Si no somos capaces de hacerle ver a nuestro hermano en amor su error, y que es algo que le va a terminar haciendo daño a él y a ti también si no lo manifiestas, entonces la Torá y la fe hebrea son activas.

Por otra parte, el mandamiento 238 (Lev 19:17) dice que está “prohibido odiar a tu hermano en tu corazón”. Es el mismo versículo y tiene mucha razón. Esto es algo que se vive todos los días, que es parte de la Torá y que debemos cuidar de guardar.

Yeshúa enseñó este mismo principio, dice: “Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano peca contra ti, repréndele; y si se arrepiente, perdónale.” (Lucas 17:3 RV60). Solemos tener siempre una actitud pasiva cuando nos ofenden. No debemos esperar a que alguien vaya y le diga a la otra persona: “Oye, ofendiste a este hermano”. En este contexto, lo que enseña Yeshúa es: “Ve y razona con tu prójimo, siéntate con él, ponte a cuentas con él”.

Esa es la solución para poder resolver la situación con tu prójimo. Si no lo haces, lo que dice al principio del versículo es que vas a terminar alimentando un odio en secreto hacia él o vas a tener un resentimiento en tu corazón, por algo que te hizo y que la otra persona ni siquiera está enterada de lo que hizo, y que actuó sin intención de ofender o dañar tu corazón o provocar un sentimiento negativo. En las relaciones interpersonales puede pasar que la otra persona esté feliz, abrazándote y sintiendo que no pasa nada, mientras tú puedes llegar a pensar que es una persona insensible, cuando en realidad no tenía la menor idea o no se había dado cuenta de que te había ofendido.

Confrontando y Corrigiendo con Amor.

En el matrimonio suele pasar, por ejemplo, que uno de los esposos está en shalom, contento y llega la pareja y se encuentra molesto o molesta porque llegó tarde, o porque en el transcurso del día no le escribió, o simplemente no llegó a tiempo o realizó algún acto sin mala intención de querer dañar.

Entonces el cónyuge le hace ver el error y que eso no le gustó. Lo importante es no dejarlo así o quedarse cruzado de brazos con el enojo. También es muy importante la actitud que tomamos. Si queremos actuar de manera bíblica, tenemos que tomar la iniciativa, tenemos que confrontar o hablar de lo que nos incomoda. Sé que esto no es cómodo y que no es fácil, ya que a nadie le gusta tener problemas y confrontaciones. Muchas veces pensamos que la mejor decisión es perdonar y en nuestro corazón olvidarlo y darle la vuelta a la página. Pero perdonar y olvidar no siempre es la mejor decisión, ya que la Torá ve como un acto de amor decirle a alguien que está actuando mal.

Otro ejemplo sería si sabes que una persona va conduciendo su auto y no están bien sus frenos. Y tú sabes que se puede caer a un precipicio, pero no le adviertes o no le dices nada por temor a que no se vaya a ofender al ver el error que está cometiendo, o por no tener ningún problema con él o ella el día de mañana. Pero esa persona el día de mañana te puede decir: “Oye, si sabías que estaba mal, ¿por qué no me lo dijiste?”

Nuestros propios hijos nos pueden reclamar por situaciones de este estilo el día de mañana, cuando hayan crecido y se conviertan en adultos. Y se den cuenta y se pregunten: ¿por qué mi papá no hizo esto por mí? ¿por qué no me dijo esto? ¿por qué no me llamó la atención? ¿por qué no me corrigió? Les hubiera ayudado más, incluso la corrección.

Este principio de disciplina lo aplica el apóstol Pablo como recomendación a Timoteo, quien también debe exhortar a aquellos que están actuando mal. Pablo hace un llamado a los ancianos, pastores y personas en autoridad, y le recomienda que predique la palabra: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:1-2).

¿Cómo debe ser la exhortación?

Entonces, la exhortación debe ser con paciencia, pero también es un deber exhortar, reprender, redargüir a los hermanos. Esta es una parte incómoda, pero muchas veces tienes que llevarlo a cabo por el propio bien de la persona o hermano de la kehila, porque de no hacerlo, estarías incurriendo en pecado como lo dice la Torá: “No participes de las obras infructuosas de las tinieblas, sino reprendedlas para que no seas parte.”

El silencio muchas veces es una aprobación tácita, es decir, no digo nada y entonces se puede asumir que estás de acuerdo conmigo. Es como cuando tu hijo te pide permiso para hacer una actividad incorrecta o simplemente la realiza, pero tú no le dices nada. Él puede dar por hecho que estás de acuerdo con lo que va a hacer o ya hizo. Lo mismo sucede en el ámbito espiritual.

Una problemática hoy en día es que estamos en una sociedad en un nivel en el que prácticamente no se puede reprender a nadie, ya que puedes perder el trabajo o terminar en la cárcel. Pueden calificarte como una persona homofóbica, problemática o con un perfil difícil. En la actualidad nos dicen que debemos aceptar a todos tal como son. Esta es la filosofía humanista que habla de amor y paz, que no hay ningún problema por actuar como quieras. Tenemos que amarnos y aceptarnos. Como resultado de este comportamiento y manera de actuar, no importa si violas todos los preceptos de la Torá, ya que ésta nos habla de que no podemos permitir ciertos comportamientos y nos indica un actuar como estilo de vida.

Falta de respeto a la autoridad

El problema de la sociedad hoy en día es que no hay respeto hacia la autoridad. En las casas, los hijos les hablan sin respeto a los padres. Los alumnos se dirigen sin respeto a sus maestros o profesores, y los congregantes a su pastor. Siendo francos, hay mucha gente a la que le gusta el apapacho en la congregación. Solo quieren congregarse para que los abracen, los besen y los amen.

También quieren que se tolere su manera incorrecta de actuar, que solo les digan lo que quieren escuchar, que les digan cuánto los ama y perdona Dios. Así están de maravilla y son los hermanos más fieles. Se convierten en los mejores servidores, pero no les digan algo por medio de la exposición de un tema o que les quieran hacer ver un error. Si se habla de un tema que no les gusta o sienten que les están redarguyendo, se van y se salen de la reunión. Se van porque se está hablando de algo que no les gusta escuchar. Es mejor quedarse en casa escuchando lo que sí les agrada.

Examinemos nuestros corazones.

Entonces, ¿qué caso tiene la Palabra? ¿Qué caso tiene ir a la congregación? Examinemos nuestros corazones. El propósito de estudiar la Escritura es ser transformados, es permitir que el Eterno hable a nuestras vidas. Los temas y los mandamientos los elige el Eterno, así que exhortar es un precepto. La Palabra siempre nos confrontará, obviamente con bondad, como dice en Romanos 15:14:

“Pero estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de que ustedes mismos están llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que pueden amonestarse los unos a los otros.”

Sí, puede haber una sanción, pero debe ser con un sentimiento de bondad. Puedes pensar que no lo hace de manera maliciosa, sino de manera benigna.

1 de Corintios 4:14 dice: “No escribo esto para avergonzarlos, sino para amonestarlos como hijos amados.”

Fíjense, Pablo les escribe cosas fuertes a los corintios públicamente, indicando la verdad. Lo hace para que se den cuenta de sus fallas. Este es otro principio que, como padres, pastores, esposos o cualquier persona que tiene autoridad, debemos seguir. Debemos seguir el principio que Yeshúa mencionó: hablar con esa persona primero a solas, sin avergonzarla, con bondad. Sin provocar ira, como dice en Efesios 6:4: “Padres, no provoquen a ira a sus hijos.”

Ya que la reprensión tampoco debe ser algo que incite a las personas al enojo. Debe ser con paciencia, ya que es parte de esta bondad. 1 Tesalonicenses 5:14-15 dice:

“También les rogamos, hermanos, que amonesten a los ociosos, que alienten a los de poco ánimo, que sostengan a los débiles, que sean pacientes para con todos. Fíjense que ninguno pague a otro mal por mal; más bien, sigan siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos.”

Pablo también dijo a los tesalonicenses: “Más no lo tengan por enemigo, sino amonéstelo como a un hermano”. Entonces, la regla básica es: con la vara que mides, también serás medido. Así de simple.

Conclusión:

Proverbios 24:23 es la conclusión de este mandamiento:

“También estos son dichos de los sabios: Hacer acepción de personas en el juicio no es bueno. El que dijere al malo: Justo eres, Los pueblos lo maldecirán, y le detestarán las naciones; Pero los que lo reprendieren tendrán felicidad, Y sobre ellos vendrá gran bendición.”

Amén.

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