Que el juez no tema a ninguna persona por hacer un juicio justo.

Deuteronomio 1:17:

”No hagáis distinción de persona en el juicio; así al pequeño como al grande oiréis; no tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de Dios; y la causa que os fuere difícil, la traeréis a mí, y yo la oiré.”(Deuteronomio 1:17 RV60).

Explicación del mandamiento:

Este mandamiento nos habla sobre el juez quien debía ser un experto y además debía ser una persona valiente que no temía, en su momento, hablar en nombre de Dios, llevar a cabo la justicia en cuanto a inocencia o culpabilidad. Era muy importante que el juez tuviera esta virtud o este atributo del valor, de la valentía, ya que una persona con temor sería difícil que pudiera ser imparcial. La posición de juez, aunque hoy por hoy no tengamos que hacer de magistrados o jueces de la Suprema Corte de Justicia, de alguna manera podríamos llegar a tener que juzgar ciertas situaciones o dar nuestra opinión como si fuera un veredicto o intervenir como padres, jefes, patrones o porque justamente nos toca una responsabilidad de esta naturaleza, debemos hacerlo con justicia. 

Yeshúa en Juan capítulo 7. Llegó a expresar: “Juzgad con justo juicio”, o sea, discierne y juzga de acuerdo a cómo deben ser las cosas. ¿Es difícil esta posición? Por supuesto y mucha gente la evade. A veces pensamos que es fácil, pero no es así, más para un juez, porque es un ser humano con temores, pasiones, deseos, expuesto a sentimientos y emociones, quien, al final, suceda, lo que suceda va a terminar quedando mal ya sea que declare inocente o culpable. 

Juzgar es un atributo divino, ordenado por el Eterno, es algo que Dios encomendó al hombre, o sea, Dios delegó esta función al ser humano. El juez no debía ser un hombre con temor, una persona que viviera con base en el temor, ya que sus juicios tenían que ser un reflejo de lo que es Hashem juzgando en el cielo, en el ámbito celestial.

    Dice Eclesiastés 3.17:

 “Y dije yo en mi corazón: Al justo y al impío juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace”(RV60).

Dios dio el mandato de establecer jueces, autoridades responsables de llevar a cabo la justicia. En el Salmo 82: 6: se les llama Elohim o sea dioses. Es una cita que también menciona Yeshúa:

y yo dije, Vosotros sois dioses y todos vosotros, hijos del altísimo”. (Salmo 82: 6 RV60).

 ¿Qué significa que ustedes son dioses?

La palabra Elohim significa juez, se traduce como Dios, pero más bien el sentido es cuando ustedes se reúnan, van a ser jueces que van a decretar cuestiones con consecuencias en el plano celestial. Igualmente, cuando se le dice a Pedro:

Todo lo que ates en la tierra será atado en el cielo, todo lo que desates en la tierra será desatado también en el cielo”. (RV60).

La idea de juzgar no significa condenar, sino llevar a cabo la labor de la justicia, hacer una extensión de lo que Dios haría si estuviera aquí en persona, juzgando las situaciones o al ser humano. En muchos casos esos jueces no tienen temor de Él o no le conocen o no se rigen bajo los lineamientos de la Torá y aunque así fuere, como dice en Romanos capítulo 13, esas autoridades, aunque no son un reflejo perfecto de Dios, por Él han sido establecidas.

El mandato 415 establece que el juez se debe despojar del temor, debe de ser un hombre libre del miedo, ya que este puede paralizar, limitar, distorsionar la visión, ocasionar que mentalmente el juez sea incapaz de pensar con claridad. Por ello las personas que están bajo estos cargos deben ser hombres valientes. 

Dice Proverbio 29:25:

 “El temor del hombre pondrá lazo, más el que confía en el Eterno será exaltado” (Proverbio 29:25 RV60). 

El miedo en sí, puede ser una cuerda, algo que paralice, que atrape y que impida llevar un juicio justo de acuerdo a la palabra de Dios. Puede ser que incline la balanza hacia el lado de la injusticia. 

Todos de alguna manera hemos sentido cierto temor de equivocarnos al decretar algún juicio, dice Deuteronomio 1:17:

 “No hagáis distinción de persona en el juicio. Hacia el pequeño, como al grande oiréis, no tendréis temor de ninguno. Porque el juicio es de Dios y la causa que os fuere difícil atraeréis a mí y yo la oiré” (Deuteronomio 1:17 RV60)

 Le dice Moisés, que no tengan temor de ninguno, lo alienta porque el juicio es de Dios. Hay que confiar porque se está actuando en Nombre de Dios, de lo contrario será muy tortuoso llevar a cabo una labor de esta naturaleza. La única manera de combatir el temor es con valor. Al único que debemos temer es a Dios, si tenemos en orden esta prioridad, si realmente el mayor temor que podamos sentir todos los días es hacia el Eterno, vamos a ser despojados de ese temor del hombre y nos va a ayudar en cualquier ámbito de la vida para poder mantenernos firmes en nuestras convicciones, en nuestras decisiones, en nuestra fe, en nuestra confianza. Como hemos visto en la Biblia el caso de Daniel cuando estaba en el exilio, cuando se encontraba bajo el gobierno, el liderazgo de un hombre que era iracundo y explosivo, él se mantuvo firme y dijo, no vamos a comer esto, los tres amigos de Daniel dijeron: no nos vamos a postrar delante de la estatua. El temor de Dios es el que finalmente nos puede dar el valor delante del hombre y esto, a veces, no es tan fácil de sentir, de vivir, de manifestar, de estar conscientes de él.

Espiritualmente, también podemos llegar a caer en el temor, sufrir un retroceso espiritual, dejando de sentir temor por el Eterno. Cuando lleguemos a este punto de no tener temor de Dios, seguramente vamos a empezar a tener temor del hombre. Dice Proverbios 14:27:

El temor del eterno es manantial de vida” (Proverbios 14:27 RV60)

 Moshé fue un hombre que realmente tenía temor de Dios y lo experimentó de muchas maneras, en el monte Sinaí, de acuerdo a la Carta a los Hebreos dice que estaba aterrorizado, no era solo cuestión de reverencia, realmente sintió temor lo que lo llevó a un nivel de santidad único y fue llamado a ser el juez del pueblo de Israel.

Tenemos que ser conscientes que la gente puede hablar, juzgarnos, pero con quien tenemos que quedar bien es con el Eterno. Si bien es cierto, nos cuesta tomar decisiones, responsabilidades, vivimos en un entorno de mucha violencia, lo que por temor nos lleva a optar por el camino fácil como Herodes, que por temor a la presión, el miedo a la sociedad, a la situación terminó ejecutando a Juan el bautista. Dijo Yeshua en Lucas 12:4:

Más os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a este temed”. ”(Lucas 12:4 RV60).

 Si todos los jueces que deben tomar decisiones de vida o muerte y llevan a una persona a vivir años y años en una cárcel, fueran realmente valientes, si tuvieran temor del eterno, si buscaran por encima del miedo, la justicia, la realidad sería diferente. Aun así, debemos tener presente que el juicio es del eterno, como dice el pasaje. Las personas somos instrumentos suyos, si no llevamos a cabo la función encomendada, Dios igualmente juzgará a ese instrumento que no funcionó, que no acabó la labor como debía, nadie se va a escapar del verdadero juicio y del verdadero juez que, por supuesto, no va a tener temor de nadie. ¿Quién va a poder amenazar a Dios? Dice el Salmo 2 que Dios se va a reír desde los cielos, cuando en este intento las naciones se quieran rebelar contra el mesías, se va a reír. 

Conclusión:

Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, de amor y de dominio propio, así que ejerzámoslo en cualquier decisión que nos toque tomar. Este mandamiento sigue vigente para nuestros días. Recordemos este pasaje, no tengamos temor ninguno porque el juicio es de Dios, tengamos temor de él y seremos libres del temor de los hombres. 

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