DESIGNACIÓN DE UN SACERDOTE PARA ARENGAR AL PUEBLO ANTES DE SALIR A LA GUERRA.

Deuteronomio 20:2-3: Cuando os acerquéis al combate, el sacerdote se pondrá en pie y dirigirá palabras al pueblo. Les dirá: “Oye, Israel, hoy os enfrentáis en batalla contra vuestros enemigos. No desfallezca vuestro corazón, no temáis, ni os acobardéis ni os amedrentéis ante ellos.” (RV60)

EXPLICACIÓN DEL MANDAMIENTO:

Este mandato de inspiración divina, antes de guerra, Era dirigido al pueblo de Israel. Cuando se preparaban para la guerra, se les recordaba la importancia de la preparación espiritual, además de la militar.

ARENGUE = Discurso destinado a motivar y elevar el ánimo. La Torá nos indica que, antes de cada batalla, se designaba a una persona para que se dirigiera al pueblo y lo motivara.

Deuteronomio 20:4: Porque el Señor vuestro Dios marcha con vosotros para luchar contra vuestros enemigos y salvaros. (RV60)

RAZÓN DE LA DESIGNACIÓN DE UN SACERDOTE PARA EL ARENGUE:

El Señor deseaba infundir confianza en su pueblo, asegurándoles que Él mismo estaría luchando a su lado y por ellos en el campo de batalla. El sacerdote llevaba consigo la responsabilidad espiritual de representar a Dios ante el pueblo y de proporcionar fortaleza espiritual. El sacerdote se ponía al frente de su pueblo y les hablaba.

Deuteronomio 20:2-3: Cuando os preparéis para el combate, el sacerdote se levantará y dirigirá palabras al pueblo. Les dirá: “Oye, Israel, hoy os enfrentáis en batalla contra vuestros enemigos. No desfallezca vuestro corazón, no temáis, no os acobardéis, ni os amedrentéis ante ellos.” (RV60)

El Señor deseaba formar parte de la vida de su pueblo.

Deuteronomio 20:4: Porque el Señor vuestro Dios marcha con vosotros para luchar contra vuestros enemigos y salvaros. (RV60)

El Señor está presente en tus batallas. Si Él marcha con nosotros, ¿a qué debemos temer? Debemos tener fe y confianza en que el Señor estará a nuestro lado siempre.

YESHUA, NUESTRO SACERDOTE:

El Señor nos ha proporcionado un sacerdote en el cielo, Yeshua, quien aboga por nosotros, nos defiende y también intercede y nos anima. Yeshua nos recordó que en el mundo enfrentaríamos aflicciones, pero nos instó a confiar en que Él estaría con nosotros hasta el fin del mundo, sin importar el lugar ni las circunstancias en las que nos encontremos.

Yeshua nos envió un Espíritu de poder, amor y dominio propio. Les dijo a sus discípulos que permanecieran en Jerusalén para recibir el poder que los capacitaría para enfrentar estas situaciones.

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